Naturaleza Viva de Jesús Risueño

Jesús Risueño (Ciudad Real, 1962), arquitecto, pintor y docente de artes plásticas, gallego de adopción, desde hace tres décadas, ofrece en la galería Xerión  la muestra “Naturaleza  viva” , en la cual, tras haber transitado por una figuración sui generis, se hace dueño de un lenguaje plástico de suma perfección y  originalidad, donde las referencias a lo real se transforman en síntesis de signos y formas, organizados conforme a un singular código de planos y colores, que tiene ciertas deudas con el cubismo y, sobre todo, con el constructivismo.

Poniendo en juego el arte combinatorio, a modo de abierto puzzle, consigue  hermosas  composiciones de equilibrada armonía donde los géneros del bodegón o del paisaje, que son los más presentes, se convierten en pretexto para hacer pintura-pintura. Así, articulando fragmentados planos en módulos con base geométrica de diferentes tamaños y de  hechuras posibles: rectangulares, triangulares, curvilíneos, etc, que dispone en rítmicas alternancias de vivo y bien temperado cromatismo, consigue una obra que transmite esa generosa y exultante vitalidad que el título indica.

Las referencias a lugares conocidos, como la Torre de Hércules, la playa de As Catedrais o el monte Santa Tegra devienen pretextos para recrear un paisaje inédito donde lo que cuenta es la arquitectura del espacio interpretado según las ensoñaciones de la luz. Un cuadro como “Torre con nubes” convierte la península de la Torre, las rocas del Orzán y las nubes viajeras en un quebrado mosaico de cálidos planos triangulares que se enfrentan al liso y liminal espacio del mar gris y del cielo blanco ambarino, la Torre es apenas una enhiesta y solitaria raya negra en el horizonte, que se yergue como sobrecogedora pregunta. “Obelisco e lúa”, una de las obras con más carga poética, nos enfrenta a los límites del horizonte y a la eterna dialéctica tierra-cielo, contraponiendo los planos rectangulares de abajo con las ondulantes inmensidades del celeste azul; allí, el astro lunar es un blanco y pequeño círculo de sugerencias oníricas.

En los cuadros “Solpor  V” y Solpor II lleva la síntesis formal a su máxima sencillez, consiguiendo, no obstante, sobre todo en el segundo, un efecto plástico poderoso: un primer plano de tierra rojiza rayada en surcos linda con un ondulante y liso monte azul oscuro, tras él se extiende un mar a rayas azul y, dominándolo todo, imponente, avasallador, se extiende un enorme semicírculo de  helíaca  irradiación que lleva  en su seno la dorada esfera del sol; el cálido color de la tierra tiene ahí su fuente.

Ese mismo fuego vital parece arder en todas las demás obras, en las cuales J. Risueño entona un apasionado canto en el que demuestra su altísimo dominio de las temperaturas y tonalidades del color que entonen gozosas e irisadas modulaciones, aunque sometidas a las reglas de un riguroso equilibrio formal, al que sin duda, ha coadyuvado su condición de arquitecto. La naturaleza viva aparece así recreada, revivida, reinventada, como debe ser, por  el buen oficio y la gracia de la imaginación

Naturaleza Viva de Jesús Risueño

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