“Las Meninas” de Eduardo Fernández Rivas

Prolífica, variada en planteamientos estéticos y temáticas, la obra de Eduardo Fernández Rivas (Sada 1948) se expone actualmente en la galería Arte Imagen, con un único motivo: variaciones, interpretaciones o paráfrasis (como se quiera) de la gran obra del genio sevillano, Las Meninas, incorporándose así a la nómina de pintores, que fascinados por Velázquez, lo han utilizado como numen inspirador.
En el caso de Rivas, su inspiración le vino a través de la versión picassiana que, según cuenta, ocurrió al visitar el Museo Picasso de Barcelona, en 1974, entonces decidió que también algún día el haría su versión. Y aquí están una treintena de cuadros, en los que espacio y personajes se desplazan a gusto del pintor, cobrando aspectos y máscaras diferentes, desde las amables hasta las expresionistas e inquietantes; la Infanta Margarita y sus damas, María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, la enana Mari Bárbola, Velázquez, el caballero del fondo, el perro, los reyes reflejados en el espejo, etc,, se enfocan a retazos, fragmentariamente, solos o en grupo y nos cuentan una nueva historia o, mejor dicho, diferentes historias o historietas, como si mudasen de personalidad; de manera que lo unívoco pasa a hacerse polívoco y polimorfo y lo estático se convierte en dinámico.
Así, por ejemplo, el apacible perro que nos contempla tumbado en primer plano se convierte en algún cuadro en un amenazante cánido  negro o quizá lobo que se yergue en el centro de la escena; la Infanta pasa de una versión hermosa y dulce, con todos los encantos de la infancia, a transformase en una criatura amuñecada, un bibelot en miniatura; los reyes, difuminados en el fondo del espejo en la obra velazqueña, se aproximan al primer plano y sus rasgos no son precisamente hermosos; las damas que rodean a la niña, a veces se muestran como obsequiosas servidoras, y otras veces tienen aire de brujas o sus ropas se han vuelto transparentes y dejan ver su desnudez.
Algunas de las mejores versiones que Rivas hace son, a nuestro entender, aquellas que trabaja con trazos sueltos, dejando la escena queda abocetada, en tonos siena grisáceos y dándole un gran protagonismo al blanco del fondo del lienzo. Y de pronto, el escenario se despuebla y aparece el espacio vacío, geometrizado, los protagonistas son  el lienzo, el espejo y la puerta; todo está en suspenso, el drama se ha esfumado o, más bien, late invisible, esperando, como en el teatro, que vuelvan los actores; o sea a que el pincel del pintor vuelva a inventarlos.

“Las Meninas” de Eduardo Fernández Rivas

Te puede interesar