Márgara Hernández, en Arga

a muestra “ Tierra/ Mar / Aire” de Márgara Hernández, en la galería Arga, debe de calificarse de extraordinaria, no sólo por su planteamiento estético y formal, sino por el atrevido salto que ha supuesto para la escultora soriano-coruñesa pasar de sus reconocidas figuras de terracota, en las que ha alcanzado  un lenguaje personal y una maestría indudable, a una pintura de atrevidos vuelos, donde la materia pide aligerarse de sus ataduras terrestres para viajar por los abiertos e ilimitados espacios, impulsada sobre todo por el más ligero de los cuatro elementos: el aire. 
Así, las formas de bulto redondo de sus entrañables gorditas  y personajes masculinos de fisonomía ruda y popular han cedido el paso a estos cuadros donde todo es impulso y giro anhelante y donde los elementos que pesan, como la arena, se dispersan por ámbitos de tierra y de mar, por orilladas playas o por galácticas lejanías. 
Confiesa  que este cambio ha  sido como un renacer espiritual o como un encuentro con otra dimensión de sí misma que la ha rejuvenecido. Y ese es –pensamos– el milagro de los auténticos creadores: que nunca se detienen en la ya conseguido, sino que abren puertas y ventanas hacia lo inédito. Sorprendidos nos deja con estas abstracciones de contenido cromatismo, donde las texturas matéricas, ya arenosas, ya de espesamientos de óleo, dialogan con diáfanas zonas lisas que son como campos abiertos a la incansable búsqueda del más allá. 
Hay, sin duda, un impulso de desprendimiento, casi místico, de lo que suponen la geología y sobre todo la antropología terrestre, un aliento épico-lírico de viajar hacia lo ignoto; y ello aunque la inspiración le venga de sitios bien conocidos y terrestres, como Ézaro, lugar, por cierto, de claras resonancias sacrales para Galicia. Así, va esparciendo  curvilíneas “Huellas” de arena sobre liminales playas, o agitando “Olas” que se alzan a las alturas anheladas, o haciendo que el “Viento” mueva  las blancas llanuras con ondulantes dunas. Pinta asimismo  “Nebulosas” de configuración entre circular y espiraloide, en cuyas mallas se encierra el misterio de la Creación. 
También derrama la más alba “Aguanieve” sobre  campos gris-ocre, que quedan así purificados, o enciende  rojo “Fuego” sobre los grisáceos días, y aún más, tiende el velo suave de la “Neblina” sobre altos y desgastados farallones, como queriendo dulcificar el dolor de la erosión inevitable. Es posible adivinar, en estas abstracciones, metáforas y sobre todo símbolos sobre el ser y sobre el alma humana que, más allá de los perpetuos gestos de la costumbre y de la cotidianeidad inevitable, pide alas, belleza incólume y renacimiento . 
Durante décadas Márgara Hernández ha modelado con ternura y a veces con cierto irónico humor a la figura humana; ahora abre las compuertas de las formas cerradas para aludir a lo incorpóreo, a lo que fluye eternamente y a los anhelos de transformación y de metanoia que están sin duda en todas las criaturas del universo, desde los humildes granos de arena hasta las inmensas galaxias y, por supuesto, en el espíritu humano.

Márgara Hernández, en Arga

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