Graciela Iturbide, en la Fundación Barrié

En colaboración con la Fundación Mapfre, la Fundación Barrié ofrece una muestra de Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942), una de las fotógrafas más importantes de América Latina, cuya carrera comenzó en 1969 de la mano del maestro Manuel Álvarez Bravo, cuando, tras iniciar estudios de cine , siente que su gran vocación es la fotografía. 
Con ella canalizará no sólo su enorme potencial artístico y todo un universo personal de emociones que traducirá a símbolos, sino que también descubrirá el rico patrimonio cultural y humano de  las comunidades indígenas y sobre todo la extraordinaria humanidad de la mujer mejicana, a la que entroniza como magna mater o gran diosa en su famosa fotografía “Nuestra Señora de las Iguanas”, en la que resume su profunda admiración por las mujeres de Juchitán, con las que convivió y a las que retrató a lo largo de diez años. 
El mundo de la vida cotidiana y el universo de los mitos se dan la mano en todo su quehacer, en el que de un modo sutil y utilizando  métodos alusivos, muestra los continuos contrastes entre la realidad y el sueño,  entre el dolor y el gozo, entre la lucha por la sobrevivencia y las aspiraciones de lo alto, entre las ceremonias de la vida y los rituales del más allá. Así, todas sus instantáneas ofrecen una doble lectura y abren puertas hacia interpretaciones metafóricas y alegóricas, llevándonos hacia los insondables ámbitos de lo desconocido. 
Lo fastuoso y lo sobrecogedor dialoga con lo pequeño; lo tierno encuentra su contrapunto en lo terrible; lo bello puede aparecer corroído por la enfermedad; la fiesta puede presentarse con la máscara de la muerte; y los ritos y conmemoraciones conllevan el contraste de  la crueldad del sacrificio. Cada uno de los temas elegidos, amén de reflejar lo que aparece ante el objetivo, abre puertas y umbrales hacia una realidad otra y lo que se ve, sean los indios seris  del desierto de Sonora, las plantas enfermas del Botánico de Oaxaca, los gitanos de España, los solitarios paisajes de Estados Unidos o el baño de Frida Kahlo, remite siempre a  algo más, algo que permanece oculto, entreverado en el claroscuro. Nada es lo que parece, todo lo fotografiado es portador de un secreto y de una posible metamorfosis. 
La vendedora de zácate, con su hatillo a la espalda, adquiere el aspecto de un ángel,; el campesino de Guerrero,  entronizado en un fastuoso sillón, puede ser un guardián de los caminos; y una figura del Museo de Cera recuerda a una auténtica mujer de carne y hueso. Un aspecto muy insistente de su temática son los pájaros que, ya volando solitarios o en bandadas, adquieren un valor simbólico que bien puede significar la ligereza y la liberación de ataduras terrenas o bien puede aludir a los anhelos  místicos de un alma que busca trascenderse; importantes, en este sentido, han sido las lecturas del poeta sufí Attar y de San Juan de la Cruz, que inspiraron su libro” Ojos para volar”. 
Es este vuelo interior hacia una ultra-realidad, en puro blanco y negro, es decir en diálogo de luz y de sombra, el que ella es capaz de recoger con su cámara.

 

Graciela Iturbide, en la Fundación Barrié

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