Engullido por Poseidón

Raúl  Álvarez (Madrid, 1982) expone en la galería Monty4 una obra, cuyo tema central es el mar y de ahí el título de la muestra “Engullido por Poseidón”. El pintor se sitúa frente al océano o se sumerge en sus aguas, eligiendo los momentos en que este se manifiesta con  toda su potencia: esos instantes de olas gigantes que avanzan arrolladoras dejando hirvientes espumas. Utiliza para reflejar esto un lenguaje totalmente realista, dejando constancia fidedigna con minuciosas  pinceladas que acarician el lienzo hasta transformarlo en una auténtica fotografía; casi cada rizo, cada gota de agua, cada grieta de roca, cada trazo de su autorretrato, están recogidos con escrupulosa fidelidad a la visión del ojo. 
Se sitúa, así, en una línea muy similar a la de cierto hiperrealismo, si bien buscando una clave simbólica. La misma referencia al mito griego que hace de Poseidón el dios del mar  (entre los romanos, Neptuno) y que es quien tiene potestad para agitar sus aguas con su tridente, da fe de un cierto animismo, de una necesidad de aproximarse a este poderío humanizándolo. Podemos ver, de este modo, que sus brazos se abren y alzan  entre las espumantes ondas en abrazo de júbilo; o que  todo él se acuna en ellas como si se tratase de un lecho materno, emulando –quizá sin pretenderlo– el famoso nacimiento de Venus. El mar es visto, pese a toda su fiereza, como una fuerza amable y generadora de vida, como una atracción fascinante y poderosa, como un ser cuya épica llamada no puede ser desoída; por ello, el pintor se sitúa avanzando hacia él en la orilla de una playa, con el agua ya lamiéndole los pies, o sobre las rocas en las que rompe, como a punto de arrojarse. Uno de los cuadros más significativos de esta búsqueda de comunión, de fusión total, es el que titula “En las entrañas de Poseidón lll”, en el que asoma de la superficie del agua una mano totalmente teñida de azul, entre una delicada red de cristalinos bucles que parecen esparcir una bendición. Y especialmente sugerentes- quizá los  cuadros más poéticos de la muestra- son los que titula “Ofrenda a Poseidón”; tres pequeñas obras en las que deja sobre la arena de la orilla su bata de pintor, un gastado tubo de óleo azul y su pincel; unas olas mansas avanzan dulcemente hacia estos objetos para llevárselos; ofrenda ritual que consumará definitivamente la unión entre el pintor y el mar; o- lo que es lo mismo, entre el pintor y su obra, a la que –según él mismo declara– se entregó “en cuerpo y alma”.

Engullido por Poseidón

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