La pinza de Pablo y Pedro

Un año esperando y la investidura va y me pilla en el Líbano. No es mentira. Un viaje por Catania-Sicilia (Italia), Turquía, cerca de la frontera con Irak y el ya citado Líbano. Conociendo misiones y labores de nuestras tropas, que no nos vendría mal conocer más y mejor y del que daré cuenta al regreso. En tiempo instantáneo conocimos resultado de la votación, antecedentes, la rumoreada salida de Sánchez del escaño para ponerse en modo Mac Arthur de reconquista del PSOE, los 15 votos de PSC y sanchistas rompiendo la unidad parlamentaria socialista, el eructo fétido de Rufián y el fracaso podemita en el “rodeo” del Congreso. Todo más o menos previsto. Lo imprevisible es el futuro.
El primero el del PSOE. Tengo escrito que España se ha logrado salvar de Pedro “no” y su gobierno insensato con extrema izquierda y separatistas, pero que está por ver si el PSOE logra sobrevivirle porque está más que dispuesto a llevárselo con él no se sabe bien a dónde, pero con el riesgo de ser un apéndice de Podemos, al estilo de Izquierda “Comida”. Porque esa pudiera ser la deriva de la deriva sanchista. Porque si Sánchez logra su objetivo aupado por una militancia cada vez más escasa en número, pero en determinados lugares cada vez mas sectaria y subsidiaria de posiciones que poco tienen que ver son la historia de un partido socialdemócrata que ha gobernando España, a lo que ello conduce es a su deglución por el populismo. Pero aunque no lo consiga la fractura que ya ha creado y va a ampliar será demoledora. Lo dicho, a España le ha hecho daño, pero para su partido puede acabar siendo letal.
Podemos está al acecho. Sánchez es ahora su aliado más importante a la hora de impedir a los socialistas poder reconstruirse, reiniciarse como partido alternativa y de gobierno en un futuro y retornar a unas posiciones de sensatez, de oposición dura, pero responsable. La pinza sobre sus siglas es ahora la de Pedro y Pablo, la de Sánchez e Iglesias. Esa es la gran incógnita, más allá de los juegos y porras sobre un futuro gobierno, del que uno desde el Líbano sabe tanto como si estuviera tertulianeando por las noches televisivas. O sea, nada. Me enteraré, a la vuelta. Y entonces no seré yo quien diga que algo barruntaba y menos aún que sabía. Porque saber el nombre de un ministro lo sabe Rajoy y el susodicho, cuando Mariano se lo diga.
Pero, vamos, lo que me queda, tamizado por la distancia, es que en el panorama que viene las incógnitas a resolver tienen esos dos nombre y esa pinza real y esa foto de pasarela frustrada. La de Pedro y Pablo, Pablo y Pedro en aquel paseíllo ante los leones del Congreso en aquello de Cervantes de “fuese y no hubo nada”. Me da que segundas partes nunca fueron buenas y ya fue mala la primera.

La pinza de Pablo y Pedro

Te puede interesar