Los puritanos de aquí

Las tiranías tienen un denominador común: dicen que nos privan de la libertad “por nuestro bien”. Que somos como niños y no se nos puede dejar sueltos porque nos desmandamos. Esa era la argumentación esencial del franquismo y esa es la esencial doctrina de todas aquellas que en el mundo ha habido y por el mundo perviven sean estas satrapías feudales, teocracias religiosas o regímenes comunistas, que de las tres siguen quedando por ahí.
Esas son las establecidas, las que ostentan el poder y lo imponen, ordeno y mando a la ciudadanía, a golpe de decreto, propaganda y represión. Pero el impulso tiránico de algunos de obligar a los demás a hacer lo que ellos consideran “bueno” y lo que piensen o hagan los otros es maligno y se debe extirpar, está muy presente en el ser humano y en la sociedad. En las democráticas se intenta aplicar de manera más sutil pero que busca el mismo objetivo: la imposición.
Vivimos ahora, aunque no se quiera ver y nadie ose ni siquiera chistar un intento que sobre supuesto progresistas lo que persigue es la implantación de un “pensamiento único” y la degradación a la categoría de subespecie sin derechos a quienes se les ocurra poner en cuestión sus postulados. Los “ismos” son hoy otros pero contienen en germen de lo que todos: prohibir bajo la excusa de su bondad la libertad. Acusando a quienes la intentan ejercer de ser ellos los malos. Es una táctica que siempre da resultado. Nuestra propia Leyenda Negra, que los españoles nos creemos a pies juntillas, enseñamos en la escuela y elevamos a categoría de dogma en la universidad es un buen ejemplo. La Inquisición se supone que es española en sí y per se, la mala mundial. Pues bien, fue la menos asesina de todas. Protestantes condenados a muerte 12 de 220 causas. Católicos asesinados en Inglaterra: más de mil. Más de 40.000 brujas fueron quemadas en la hoguera: Santo Oficio español: 27. Alemania y Francia más de 4.000 en cada país. En la calvinista Suiza: 1.500. La propaganda manda y los integrismos protestantes aparecen como portaestandarte de la libertad religiosa. La suya claro, aplastando a todas las demás.
Ahora hay otras religiones a las que se debe obedecer so peligro de excomunión, ostracismo y hoguera por parte de los “correctos”. El cuidado ha de ser extremo para no levantar sospechas y convertirse uno en reo. Cuidado con lo que se habla, con lo que se opina, con lo que se hace, aunque sea en casa, y que vaya en contra de los neomandamientos de la progresía y las doctrinas de sus profetas. Ojo con el lenguaje, ojo con lo que se pinta, ojo con lo que se escribe y con lo que se lee, ojo con lo que se opina, ojo con salirse del carril impuesto por los ayatollas de la verdadera fe.
Ojo, pues, con hacer ejercicio de nuestra libertad. La libertad solo pueden ejercerla ellos, los demás la tenemos vigilada y gracias habremos de dar a su tolerancia de que nos permitan seguir manteniendo algunos deleznables hábitos. ¿Y quiénes son estos nuevos integristas puritanos, esta tiranía que se disfraza de buenismo y sonrisa pero en realidad colmilluda, opresiva y letal. Ya lo dejó dicho Valle-Inclán, que ahora sería considerado un facha de manual, allá por el año 1924 en “Luces de Bohemia”: “Aquí los puritanos son los demagogos de la extrema izquierda”.

Los puritanos de aquí

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