La salvajada

El “¡Viva la muerte¡” que practican los llamados “soldados” del Daesh tiene la ventaja táctica del desprecio a la vida propia y ajena. Y el nombre de Dios (Alá) como señuelo. En ese sentido somos más vulnerables los que estamos en el bando del “¡Viva la libertad!”, incluida la libertad religiosa. Por ahí nos van ganando. La psicosis de atentado que agobia en estos momentos es la prueba de que quienes estamos con la libertad vamos perdiendo el pulso ante quienes apuestan por la muerte.
La salvajada de este martes en un pueblo de la Normandía nos ha vuelto a helar el gesto. La opinión pública francesa está aterrorizada y sus autoridades se esfuerzan con poco acierto en combatir el pánico. Pero en la memoria colectiva no dejan de aflorar nombres como los Charlie Hebdo, Bataclan o Paseo de los Ingleses. Y también aflora el otro indicador que es propio de quienes estamos en el bando de la libertad, donde la unidad de criterio frente a una amenaza exterior es casi un imposible metafísico. Me refiero en este caso a la polémica sobre los fallos de seguridad tan fáciles de detectar a balón pasado ¿Cómo es posible que un terrorista bien conocido por la policía, debidamente monitorizado a causa de sus antecedentes haya podido perpetrar un acto tan abominable en un lugar público y a plena luz del día?
Me temo que el asunto dará mucho de sí en los próximos días. Pero uno cree que cuando alguien está dispuesto a matar y morir, no importa con qué herramientas lleva una enorme ventaja táctica sobre los servicios policiales encargados de evitarlo. El brazalete electrónico que llevaba uno de los terroristas solo sirvió para ubicarle en la iglesia. No para impedir que, entrase libremente con un cuchillo oculto en sus ropas. Tendría que haber tenido un policía a su espalda. Un servicio que precisaría de unos 1800 agentes, tantos como “retornados” del Estado Islámico en el país vecino.

La salvajada

Te puede interesar