Otra sombra negra

A Pablo Casado le va a acompañar a partir de ahora la sombra negra de su apareamiento con Vox. Es lo que se despacha por el extremo derecho del arco político. Lo mismo que de siete meses a esta parte acompaña a Pedro Sánchez la sombra negra de su apareamiento con el independentismo catalán. En este caso, más aparente que real, es cierto, porque encima al Gobierno no le cunde, pero en política las apariencias cuentan tanto o más que la realidad verificable. A ese beneficio de la duda que otorgamos a Sánchez también se acoge Casado. El PP también alega que no hay concesiones comprometedoras al partido de Abascal. Nada de lo que puedan avergonzarse en términos de desafección constitucional.

Sin embargo, en sectores políticos y mediáticos tintados de progresismo se denuncia el precio oculto que el PP ha de pagar por el apoyo de Vox a Moreno Bonilla para la Presidencia de la Junta de Andalucía. Hablan de “calculada ambigüedad” en el texto pactado entre ambos partidos a cambio del voto favorable de los 12 escaños andaluces de Vox en la sesión de investidura, prevista en principio para el miércoles 16 de enero.
Sugerir que el PP asume en dicho texto los planteamientos más conflictivos de Vox, con Ciudadanos en el papel de colaborador necesario, responde a un proceso de intenciones sin demasiada base, una vez que Vox renunciase a los que había propuesto en su primera posición ¿A quién se le pasa por la cabeza que el partido de Casado iba a comprometerse con la abolición de la ley de violencia de género, la expulsión de 52.000 emigrantes o la recentralización del poder territorial?

La sobreactuación de los dirigentes de Vox durante estos días previos a la constitución del Gobierno andaluz recuerda a la de Podemos de hace tres años, cuando la indignación trasversal de la ciudadanía respiraba por la izquierda. También entonces se puso en duda el grado de adhesión constitucional del nuevo partido. Y también se aplicó la plantilla detectora de populismos: soluciones simples a problemas complejos.
Ahora las dos fuerzas se miran a cara de perro desde los extremos del arco político. Como Podemos, también Vox hace primarias y, henchido de feminismo, pide cadena perpetua para los violadores. Los dos disparan contra vigas maestras del edificio constitucional. Podemos reclama la abolición de la Monarquía. Y Vox, la del Estado autonómico.

Todo ello al amparo de un saludable pluralismo en la circulación de ideas libre y pacíficamente expresadas. También caben los extremos. Que los nomine la geometría, no la ideología. Y el odio, mucho menos.

Otra sombra negra

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