Iglesias, impuntual

El secretario general de Podemos, Pablo Manuel Iglesias, hizo esperar quince minutos al presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, que le había convocado en el Congreso para explorar su disposición a apoyar o no apoyar un eventual Gobierno del PP. La descortesía del retraso forma parte del modus operandi de un líder más ducho en las artes escénicas que en la política. Lo suyo es hacerse notar por ocurrencias marginales que eclipsan el contenido. El regalo de libro con mensaje, el paseo televisado, el beso en la boca al compañero, el bebé-diputado o el calculado retraso en una cita con Rajoy son otras tantas formas de banalizar la política en aras del espectáculo o, como dirían los demo-gurús, en aras de la expresión no verbal.
El resultado es que nos quedamos solo en la envoltura. El propio Iglesias decía que una de las claves del batacazo electoral de Podemos-Etcétera había sido “el tono”. Y si nos remitimos a su encuentro con Rajoy descubriremos que lo destacable de la cita fue el retraso. El contenido ni siquiera pudo competir con el gesto de la descortesía, porque la matemática y la política han excluido a esta fuerza política del eje de la gobernabilidad. De modo que su cantado “no” a un Gobierno del PP es de obligado cumplimiento y nadie esperaba otra cosa.
Sin embargo, aprovechó Iglesias para reclamar del candidato socialista un paso adelante como cabeza de un Gobierno de izquierdas con el concurso de fuerzas catalanas y vascas. La propuesta no vive en la cabeza de Sánchez, que ya tuvo suficiente con el portazo de Podemos en la legislatura del 20-D, que, por cierto, sirvió para consolidar a Rajoy en la Moncloa, no para favorecer el gobierno progresista y de cambio por el que Iglesias dice apostar de nuevo. En Ferraz no tienen la menor intención de tropezar en la misma piedra.
Por tanto, Podemos queda excluido del eje de la estabilidad en el que aparecen PP, PSOE y Ciudadanos. A estas tres fuerzas se les exige estar a la altura de las circunstancias y asumir su responsabilidad en el “no” a una repetición de las elecciones. Nadie se molesta en exigir sensatez a quienes practican el aventurerismo político y/o ponen en duda el principio de soberanía nacional única e indivisible. Y nadie espera del populismo decisiones encaminadas a impedir una nueva llamada a las urnas. Por si acaso, Rajoy le hizo un único ruego a Iglesias: que no se sume a las aventuras separatistas. El propio Sánchez, al que Iglesias vuelve a ver como presunto compañero de viaje, siempre habla de esa línea roja en un hipotético acercamiento a Podemos. Nunca pactaría con quienes ponen en riesgo la soberanía nacional.

Iglesias, impuntual

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