Ganan las sensaciones

hablo del discurso tramposo y difamatorio del separatismo catalán de lazos amarillos, gritos concertados, teatralización de gestos y otros efectos especiales de impacto directo sobre los sentidos, más que sobre la razón. Es algo conocido por los estudiosos de las ciencias sociales. En 1960 escribió Daniel Bell “La democracia de las emociones”, donde se estudiaba el fenómeno de la sustitución de los grandes conceptos políticos por las emociones más primarias como resortes de movilización social.
Veintitantos años antes, Serge Tchakhotine ya había sido bastante preciso sobre técnicas de manipulación de masas. En su famoso libro, “Le viol des foules par la propagande politique”, se glosan los recursos de la propaganda, tanto en democracia como en dictadura. A saber: la intimidación de símbolos ajenos, los gestos, la música, manifestaciones, consignas, sloganes, mentiras repetidas hasta darle apariencia de verdad, etc. Su tesis central trataba de la sustitución de la “raciopropaganda” por la “sensopropaganda” como paradigma de la comunicación política. “La primera –leo– actúa por persuasión y razonamiento. La segunda, por sugestión, lo cual acaba desencadenando el miedo, el entusiasmo o el delirio”.
En el mentiroso relato del independentismo se impone el recurso permanente a los colores, gestos, himnos, banderas, gritos, lemas, que percuten sobre los sentidos y provocan reflejos condicionados en el grupo. Una técnica utilizada con éxito, a juzgar por la extendida sensación de que dicho relato gana la batalla de la propaganda. Cierto. Sobre todo en los países europeos. Hasta el punto de que en los circuitos políticos y mediáticos de nuestro país se viene denunciando la supuesta inacción del Gobierno a la hora de impedirlo. Es una verdad a medias. Matizable, puesto que el Gobierno no tiene intención de dar a los nacionalistas el gusto de convertir la anunciada intervención de Rajoy en el Parlamento Europeo (tema: el futuro de Europa) en un monográfico sobre el conflicto catalán.
En la reciente cumbre del grupo popular europeo, celebrada en Valencia, Rajoy explicó a sus afines que el problema no solo es de España. Cataluña, sí, pero también el Tirol (Italia) y Córcega (Francia) son ejemplos de fantasmas del pasado que vuelven embozados en la ola populista que nos invade. Pedro Sánchez, líder del PSOE, principal muleta del Gobierno en la aplicación del 155, le ha echado una mano. En su discurso del domingo pasado ante sus correligionarios del SPD alemán, dijo que el proyecto europeo corre peligro ante la amenaza de los separatismos. Y uno quisiera creer que estamos ante una remada conjunta exigible a las fuerzas políticas comprometidas con el orden constitucional.

Ganan las sensaciones

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