Cuestión de credibilidad

no anuncia alguien, Margarita Robles, que, por encima de ministra de Defensa, es una experimentada jurista: ahorao de vulneración, si no claramente vulnerados, por un estado de alarma derivao se priva el presidente del Gobierno de citar a Churchill cuando se trata de insuflar moral de victoria al pueblo confinado. El histórico “sangre, sudor y lágrimas” de aquel premier británico viene pintiparado para levantar el ánimo de millones de españoles con hambre atrasada de abrazos.
Sin embargo, Sánchez no agota la analogía. No va más allá en la evocación de aquella figura clave de la resistencia británica al avance de los nazis en Europa. Si lo hiciera tendría que asumir lo ocurrido en las urnas de la inmediata posguerra. Me refiero a la inesperada derrota electoral de Winston Churchill en julio de 1945, apenas dos meses después de la entrada del ejército soviético en Berlín (7 mayo 1945).
Churchill ganó la guerra pero perdió las elecciones. Eso le podría ocurrir al “mando único” en la guerra contra el coronavirus: que Sánchez acabe ganando a la epidemia porque no hay mal que cien años dure, pero que los electores, debidamente ventilados por la oposición, le esperen en las urnas para pasarle factura por los errores cometidos. Un escenario nada inverosímil si tenemos en cuenta el creciente malestar de los ciudadanos por una errática gestión de una crisis sanitaria que nos ha hecho campeones en tasas de mortalidad.
El Covid 19 ha agravado el problema de credibilidad que arrastra Sánchez desde su segundo salto a la presidencia del Gobierno haciendo lo contrario de lo prometido en campaña (jamás se juntaría con populistas ni con independentistas). La trampa ha dado lugar a situaciones tan curiosas como unir a los barones del PP con Urkullu denunciando la unilateralidad del Gobierno. O incluso con Quim Torra (Fernández Mañueco, sobre todo) oponiéndose al desconfinamiento decidido este lunes para ciertos sectores económicos cuyos trabajadores necesitan desplazarse (construcción e industria, básicamente).
El último factor de discrepancia con Sánchez es el impreciso llamamiento de Moncloa a formalizar un pacto de reconstrucción económica y social para después de la epidemia. Pablo Casado, como líder del único partido imprescindible para un eventual pacto de Estado como el que se propone, dice que es un “señuelo” y que no se cree la voluntad unitaria de Sánchez.
Hay dos serios obstáculos para que salga adelante. Uno, las insultantes descalificaciones proferidas por los portavoces parlamentarios del Gobierno, Lastra y Echenique. Y otro, el factor Iglesias, cuyas tesis están reñidas con la obligada centralidad de un pacto de esta naturaleza, porque siembran el pánico entre empresarios y guardianes del pensamiento liberal. Recordemos, por ejemplo, esta proclama extraída de las obras completas del hoy vicepresidente del Gobierno: “Ser demócrata es expropiar, aunque os duela”.

Cuestión de credibilidad

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