Ciudadanos, vista a la derecha

El partido de Albert Rivera ha saltado hasta la ubicación 7,5 siendo 10 la extrema derecha, en los cualitativos del CIS. Venía del punto central (valor 5) en percepción del ciudadano respecto a la ideología de los partidos del arco político parlamentario. Luego se deslizó hacia posiciones de PP (8) y Vox (9).

Significa que su giro a la derecha ha calado entre la gente. Y no debe ser mala noticia para sus dirigentes. Dicho sea a juzgar por la persistencia en ese discurso. En los días transcurridos desde la celebración de las elecciones generales han mantenido e incluso ha reforzado su intención derechizante.

Les debe haber parecido lo más rentable desde el punto de vista electoral. Eso explica su objetivo de fondo. El que consiste en trabajarse el liderazgo de la oposición, desafiando la matemática de las urnas (tiene 9 escaños menos que el PP en el Congreso de Diputados) y el trato de favor que el presidente del Gobierno ha dispensado al PP y a su líder, Pablo Casado, durante la reciente ronda de consultas (ronda de tanteo, si se prefiere) con los principales jefes de fila de la política nacional.

Tras su paso por Moncloa, Casado ha aparcado su mantra favorable a la aplicación inmediata y permanente del artículo 155 de la Constitución. Pero en Ciudadanos no se apean. Después de ver a Sánchez, el pasado martes a mediodía, Albert Rivera insistió en una nueva intervención de la Generalitat como desactivador de los presuntos ritos de apareamiento de los socialistas con el independentismo.

Todo orientado a la misma finalidad de adjudicarse el liderazgo de la oposición, en base a que “el PP se está descomponiendo”. Lo cual es una atrevida valoración. Arbitraria y unilateral, si tenemos en cuenta que Ciudadanos tiene 57 escaños y el PP 66. Aunque peor es que el principal alimentador de esa estrategia de Ciudadanos sea el temor a que Sánchez se eche en manos del independentismo.

Peligroso discurso. Se le puede volver en contra si la opinión pública exige a Ciudadanos que sea coherente hasta el final. Es decir, que haga todo lo que está en sus manos para eliminar el riesgo de un Gobierno de la Nación chantajeado por quienes quieren romper España. Por ejemplo: no entorpecer la investidura de Sánchez para que no tenga necesidad de apoyarse en los 22 diputados que defienden la república de Cataluña.

Y si no hacen esa tarea favorable a un objetivo de mayor cuantía, el de la estabilidad nacional, habrá motivos para sospechar que cuando Inés Arrimadas anticipa la intención socialista de indultar a los dirigentes catalanes acusados de rebelión, si acaso fueran condenados, no es que lo tema sino que lo desea ¿A qué fin? Pues al de seguir alimentándose de ese relato, a mi juicio difamatorio, que consiste en referirse a Sánchez como un vendepatrias. 

Ciudadanos, vista a la derecha

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