POLÍTICA POTITO

Es de esperar que alguien, alguna vez, estudie con rigor el ascenso de Pablo Iglesias y la gran conjura que nació en una pequeña facultad, se aprovechó de un movimiento social de descontento y de unas concentraciones en la Puerta del Sol, donde se proponía por parte de algunos cabecillas rodear y tomar el Congreso para elaborar una nueva Constitución. En aquel desbarajuste, un grupito de jóvenes profesores de Políticas comenzó a fraguar un partido distinto y con la ayuda de algunos medios y el carisma de un joven líder con coleta, llegaron en tiempo récord a lo que ahora son. Hasta ahí lo hechos que se han tratado de explicar desde muchas ópticas y más o menos sobre la marcha, porque bajo al amparo de la “marca” Podemos se cobijaban desde veganos a antisistema, desde profesores hasta alumnos, desde plataformas anticapitalistas a ecologistas radicales. Pero todos esos colectivos no suman cinco millones de votos. ¿Dónde está entonces el secreto de su éxito?
Yo tengo mi propia respuesta, pero no es en absoluto científica y hasta podría parecer inadecuada, de forma que en las redes sociales me van a poner a parir los encargados de hacerlo. Mi respuesta es que Podemos ha triunfado porque es absolutamente pueril, dicho sea esto sin acritud y un espacio nada académico.
¿A qué me refiero con lo de pueril? Pues que si uno se detiene un poco y observa la trayectoria del partido, si se estudian sus propuestas, si se apuntan sus contradicciones, el resultado más que un programa es un potito político tan fácil de digerir, con tantas vitaminas para todos los gustos que, bien vendido, resulta apetecible. Que levante el dedo quien no quiera que suban las pensiones, que no solo no haya más ajustes sino que se eleve el salario mínimo, aumenten las becas para la educación, se garantice un mínimo vital a todo español que lo necesite, se acabe con el paro, no se pague parte de la deuda, se haga temblar a Europa con una nueva política alejada de la vieja casta y tantas cosas tan hermosas; y con la ventaja de que la promesas y los discursos se van acomodando al auditorio: si se está en una herriko taberna se habla para esa audiencia y si aparece un político que no nos gusta para hablar en la Universidad –acto académico– se le boicotea a voces hasta reventar el acto. Si hay que hacer un escrache a los de la casta, se enarbola la libertad de expresión, pero si se lo hacen a uno de los nuestros, entonces es acosos intolerable. 
Salvo una derecha muy derecha, cualquiera firmaría el programa casi al completo de Podemos, pero con la misma convicción de quien firma el programa de un teatro. Lo que no puede ser, ya se sabe que no puede ser y además es imposible. Si algún día tocan poder, una de dos: o nos llevan a la ruina o siguiendo el ejemplo de Tsipras no cumplen nada de lo que prometieron.
Pero hay un componente más en Podemos que se ha ido descubriendo a partir de su triunfo: la reafirmación del líder carismático y una más que dudosa democracia interna pese a tanto círculo circulando por ahí. La última salida ha sido la de poner a parir a un periodista. Cuando el resto de compañeros abandonaron el acto, Iglesias les advirtió de que aquello no era una rueda de prensa sino la Universidad. Dos preguntas dos: ¿En la universidad está permitido incluso perder el respeto? ¿Por qué no dejaron hablar ellos mismos a Rosa Díez y encima se negaron a reconocer el boicot? Demasiado pueril y demasiado peligroso. Cuando un partido afirma que es necesario “controlar” a los medios en un estado de derecho, conviene andarse con ojo.

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