LOS OLVIDADOS DE LOS OLVIDADOS

El pasado día 3 se celebró uno de esos “días de...” dedicado en esa fecha a la discapacidad. Y no resulta fácil abordar este tema y tratar de clarificar un mensaje que puede desorientar a muchos porque los medios de comunicación dedican algún minuto a la no exclusión, a la defensa de los derechos de todos, a la necesaria y urgente integración etc. Pero no sólo los medios. Muchas organizaciones, con la mejor voluntad, inventan hermosas frases como “está bien ser diferentes” “dis-capacidad no es in-capacidad”, “seamos capaces de ser iguales” o apelan a los derechos que tienen todos los seres humanos. Y naturalmente tienen razón y suscribo cada una de estas iniciativas en forma de deseo, de reivindicación, de exigencia.
Pero hablar de discapacidad es generalizar demasiado y cuando en esa generalización se muestra sólo parte del problema, la parte más posibilista e incluso puede que la mayoritaria, la realidad de muchos otros corre el peligro de quedar diluida y silenciada. Todos estamos por defender los derechos, todos deseamos que se cumplan esas obligaciones legales de dar trabajo a un número de discapacitados y todos queremos talleres y pisos tutelados y la mayor independencia posible para quien pueda disfrutarla. Y ahí está el agujero negro que en conciencia necesito denunciar. Porque no todos los discapacitados, por desgracia, están esperando un puesto de trabajo, un piso adaptado o la integración plena en una sociedad que aún sigue haciendo diferencias. .
He dicho que generalizar es siempre peligroso y la sociedad debería saber que también hay otra forma de calificar a los que genéricamente se les denomina como discapacitados: el grado de dependencia de terceros tan solo para llevar una vida digna. Y siempre son los grandes dependientes, los que se califican de severos o profundos, los mas invisibles, los que pasan desapercibidos porque nunca podrán batir un récord o escribir una página heroica de superación. Son los grandes olvidados de los olvidados cuyo único objetivo es seguir un poco más en el mundo con todas sus carencias, con sus patologías asociadas, con sus miradas inocentes, con su simple “estar” embelleciendo la vida. De ellos no se habla y cuando la Administración reparte sus ayudas los divide  en “lotes”: lote 1, lote 2, lote 3. Es el lenguaje que utiliza la burocracia, se excusan avergonzados y uno se pregunta de qué sirve tanta celebración sin quienes legislan y ejecutan aun no han sido capaces ni siquiera de cambiar la palabra “lote” para llamar a nuestros hijos.
Es naturalmente una anécdota triste porque detrás de los “lotes” hay un precio, una subvención tan absurdamente repartida en el Acuerdo Marco de la Comunidad de Madrid que coloca en el “lote 1” (el que le sale más barato, claro) a los discapacitados físicos y a esa minoría de “profundos” cuya vida depende las 24 horas del día de un tercero. Con esta sensibilidad y esta falta de coherencia (denunciada) ¿qué podemos esperar? Solos, en un mundo sin palabras, sin comunicación, el silencio de los que administran nos llena de pesimismo y de vergüenza.

LOS OLVIDADOS DE LOS OLVIDADOS

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