RUPTURAS, CULPAS Y RESPONSABILIDADES

Casi cuatro meses después de las elecciones algo empieza a quedar claro. No hay voluntad real de pactos. No se discuten estos, sino las cátedras del poder. Nada se rompe si antes no estaba unido. Por tanto, no hay ruptura en ese pretendido “gobierno de cambio”, pues ni gobierno hubo ni cambio tampoco. Todo está muy visto. Anatematizado. Ni siquiera hubo voluntad real de sentarse a hablar, que no negociar, pues son estos extremos distintos. Se negocia sobre los problemas de este país, que son muchos y siguen en el mismo limbo que estaban. Ni derechas ni izquierdas, ni sistema ni antisistema, pues el cleavage político ha cambiado diametralmente. 
Hemos visto el empecinamiento por sobrevivir del secretario general socialista, el caminar sobre un fino alambre responsable de Rivera y la negación absoluta del aún líder de una conjunción de izquierdas cada vez más radical y escasamente coherente. Eso sí, un maestro en la telegenia de discursos vacuos, pero que llegan a sus destinatarios dispuestos a aceptar toda verborrea y demagogia por sublime y procaz que sea. Regenerar es una quimera, una verbalización vacua.
Llega la hora de imputar culpas. Todos se culpan a todos. La carrera electoral acaba de cobrar aliento. Todos culpan al PP y la negativa o inmovilismo de su candidato al rechazar aquella investidura, algo que hoy ya algunos alaban como gran jugada, pero ni fue gran ni jugada, sino resignación ante lo evidente, pero los viejos zorros saben más por viejos que por astutos. Saber esperar. No es un arte, es una estrategia cuando las aguas están calmas. Los populares culpan a los socialistas, estos a su vez, a los podemitas, y la formación de ciudadanos a estos últimos y algún ramalazo también a populares. La campaña que se avecina no será ni de ideologías ni de argumentos, sino de imputar culpas. Por tanto, campaña plana, estéril y a buscar el voto fiel y movilizar el que se fue en mayo y diciembre, que como castigo, puede volver sobre todo a los populares.
Nadie asume una posición seria, de responsabilidad y ejemplaridad. Lo que más necesita España. Pero parece que esto es lo que menos importa. La polvareda orteguiana en el camino. Lo que emerge o ha emergido pronto ha adoptado las viejas formas de los que estaban. El Parlamento se ha convertido por un momento entre gallinero teatral y esperpento. Las formas han volado por los aires. Y los cachorros son más devotos de la frivolidad y el postureo mediático que la seriedad, el rigor y arquitrabe de sentido común. 
Podemos lleva en sí el germen de la fractura. El trato que ha dispensado a sus coaliciones electorales va a saltar por los aires en un nuevo escenario electoral. La arrogancia, vehemencia, frivolidad, desparpajo, chulería y un afán por el victimismo y el protagonismo le pasarán factura. Amén de fractura. Una buena parte de quienes le votaron, sobre todo a partir de cierta edad, no lo volverán a hacer. La incógnita será los socialistas si se mantienen o aún sufren un varapalo más estrepitoso que el del 20-D. Y los populares harían bien con movilizar el voto y el espacio electoral propio que siempre han tenido y que tal vez en las dos últimas citas escoraron hacia la abstención y Ciudadanos. La gente quiere seriedad, utilidad y eficacia y visto el mestizaje pueril esgrimido en la galería de las vanidades, volverá a las urnas. Y es probable, pese a su actuación pendular y de cambios de criterio que la bisoñez y la inexperiencia otorgan, que Ciudadanos no salga mal parado. Lo mejor es ir a elecciones y hacerlo cuanto antes. 

RUPTURAS, CULPAS Y RESPONSABILIDADES

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