Radicalizaciones exprés

Buscamos explicaciones, tal vez justificaciones. Cada acto violento tratamos de reconducirlo hacia un parámetro de certidumbre. Máxime cuando el terrorismo está presente. Aunque no sepamos como pararlo, con qué armas, con qué medios. Tanto en Niza como en lo sucedido en el tren alemán en Baviera se nos habla de una radicalización de días, exprés. Y nos quedamos quietos, satisfechos relativamente. Quién sabe si el asesino u homicida actuó o no por eso o con excusa de ello. Nos dicen que se radicalizó solo y en cuestión de días, pero ¿qué significado tiene todo ello? A qué jugamos? Nos golpean. Golpeamos. Pero sólo sentimos y vemos sus golpes. Como punzones que nos atraviesan. El resto no queremos ver. Nos importan nuestros muertos, no los de ellos. Esos no tienen nombre, no tienen historia, ni familia. Pero el miedo nos devora. Es algo emocional. Colectivo. Nos sentimos vulnerables. Madrid, Londres, París, Bruselas, Niza. Ciudades y ciudadanos de primera. Pero no nos duelen Libia, Túnez, Egipto, Siria, Irak, donde los muertos se amontonan, donde la guerra es atroz, cuerpo a cuerpo, trinchera a trinchera, atentado a atentado; a diario.
Sociedad del miedo. Temores que ya viven y conviven con nosotros. Pero no queremos salir de nuestro impasse, de nuestro aturdimiento. Siempre las mismas declaraciones políticas. Si nos golpean, respondemos anunciando más bombardeos. Seguimos con la misma cínica e hipócrita política, realpolitik, mientras apoyamos a dictadores que alimentan con sus dólares radicalismo y soflamas incendiarias. Tratamos de resolverlo todo a través de acciones militares, pero olvidamos la educación, la sanidad, el comercio, la diplomacia. Viejos complejos de una Europa colonial que hoy se desentiende y se alarma de culpas pretéritas. La yihad ha llegado a Europa, a nuestras ciudades. Tenemos que convivir con ella. Pero cautericemos adeptos fácilmente captables por la exclusión social, por el fracaso de integración. Son el caldo de cultivo donde los violentos posan sus garras.
Europa debe buscar una respuesta más firme pero también más decidida en lo diplomático. Sin complejos pero sin paños calientes ni debilidades manifiestas. Se acabaron las complacencias con tiranos y regímenes poderosos en lo económico, pérfidos en lo social y pateadores de derechos y libertades. Acción militar allí donde realmente estén los núcleos del radicalismo más fanático y violento, donde el fanatismo más incruento impone su dictado de muerte y barbarie. Pero acción política y diplomática en países donde la línea entre sociedad, democracia y libertad es frágil, débil, endeble y voluble.
Sociedades del miedo, de la angustia. Tiempos postmodernos. Tiempos donde el individualismo y el egoísmo es atroz, pero también donde debemos cambiar de aptitud. Tiempos de incertidumbre y donde todos nos sentimos amenazados. Nuestras libertades hoy en más peligro que nunca. Donde la convivencia entre tolerancia y seguridad, control y libertad buscará nuevos equilibrios pero también exigirá ciertas renuncias. No somos inmunes ni estamos blindados. Aprenderemos a vivir y convivir con la amenaza, con la angustia, con los latidos de los golpes. Miraremos hacia otro lado, porque también rehusaremos en buscar preguntas y por qués que sabemos tan insondables como irresolubles. Es la esencia del ser humano. La coraza que nos anestesia y sirve de antídoto a la vez. Tratemos de mirar al fondo de los problemas, no nos perdamos en la superficie de la irrelevancia ni la retórica. No caigamos en las redes de la negación, de la demagogia fácil y estéril, del populismo más vacuo que hoy se extiende por Europa y por prácticamente todos los países y democracias que resisten.

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