A pesar de Hillary

Apesar de sus propios errores o carencias, de su escasa empatía con una gran parte del electorado, incluido el amplio pero genuinamente demócrata, a pesar de la reticencia cuando no resistencia que su candidatura aún despierta, Hillary ganará. A pesar de ella misma, y lo hará con suficiencia y claridad. Nunca podrá darle las suficientes gracias a un candidato espectáculo pero a la vez histriónico y esperpéntico hasta la tozudez como el candidato republicano, -sí, republicano y apoyado por las bases (caucus y primarias) mayoritariamente y por la aquiescencia más o menos voluntariosa de sus correligionarios de filas o patas negras del partido republicano-, Donald Trump empeñado como nadie en dinamitar sus propias expectativas que si hace menos de unas semanas se acercaban en el mundo demoscópico a las opciones de Clinton, hoy, vista la vorágine de insultos, escasa preparación, nula ética, tono bronco, soberbia superlativa, arrogancia y cinismo, así como alarma en lo que sería la gestión no solo económica y política, sino internacional y militar de alguien como Trump, hará que Hillary se lleve la victoria en estados donde los republicanos no pierden desde hace décadas. A pesar de ella, ganará, y ello gracias a Trump. Será presidenta porque nunca un candidato y su equipo, pese al cansancio y hartazgo hacia el establishment wahsingtoniano  y la clase y bunker político en los partidos tradicionales, la apatía y abulia ante tanta demagogia y simplismo de políticos y adláteres, pese a la escasa simpatía y entusiasmo que ha despertado una anodina y sórdida campaña entre investigaciones del FBI, acusaciones y reproches sexuales propios y ajenos, la incultura y falta de altura en algunos momentos del republicano empeñado en deslegitimar primero el partido, después el sistema democrático y por supuesto a él mismo, ha puesto la victoria de aquella en bandeja.
La torpeza absoluta y calculada de un aficionado grandilocuente a la política, oportunista y reflejo y espejo de un estado de ánimo polarizado en la vida norteamericana pasará a la “historia”  de as carreras presidenciales como un personaje tragicómico lleno de incógnitas, sobre todo, una, cómo ha sido posible que llegara a ser candidato. Solo pensar con ser presidente podría suponer más allá del sorpasso auténtico o el brexit a la norteamericana del sentido común de un país modélico en cuanto a las reglas del juego democrático, otra cosa es su política tanto interior como sobre todo exterior supeditada a los intereses específicos y de los lobbys que sostienen a todo gobierno, una aberración histórica, una involución irracional de un país admirable en gran número de cosas y una eutanasia activa de la razón, la moderación y la gobernabilidad eficiente.
El tercer y último debate entre los dos candidatos a menos de veinte días de las elecciones despeja definitivamente los instintos del candidato primario, la bajeza moral  y la falta absoluta de escrúpulo moral alguno tanto de la democracia como del propio sistema político. Amén de la incivilidad, la bravuconería, el desprecio a la candidata adversaria, a la que incluso llamó “asquerosa” y la bajeza de la peor catadura de un hombre capaz de ponerse su mundo de vanidades y egoísmo por montera. Imagínense por un instante a una persona así en la Casa Blanca. El dislate de un país y un pueblo al que las aventuras le gustan lo justo, lo propio le sublima y el repliegue interno le fascine en este momento lejos de ser aquel faro o guía o shining city on the hill. Hillary le deberá mucho.

A pesar de Hillary

Te puede interesar