Los idus llegaron

Malos tiempos para la nave socialista. Tiempos de zozobra en medio de un temporal que no amaina. Tiempos de derrota con sabor a hiel. Tiempos de falta de liderazgo, de ideas, de proyectos, tiempos sin ilusión. No solo son culpa de Sánchez. Hay y ha habido más culpables. Este hereda una situación de derrumbe y herrumbre que no ha sabido enmendar. Tampoco tenía mucho banquillo, ni barones que le ayudaran. Todos han intentado salvarse a sí mismos sin importarles lo más mínimo el partido centenario.
A su lado un tiempo de iniquidad política. Un tiempo de mediocridad. Tiempos de pesar y maquillaje, de falta de compromiso y valentía para esculpir un nuevo ciclo que no termina de alumbrar. Y el que ha pagado las consecuencias, incluso de la debilidad manifiesta del bipartidismo, ha sido el Partido Socialista. Paga la herencia zapateril, paga la falta de conexión con la realidad, paga pecados propios, pero sobre todo ajenos. Y paga la irrupción en su espacio electoral de una fuerza camaleónica y cambiante que le disputa su electorado a la izquierda hundiendo en el no saber qué hacer para buscar la centralidad, al socialismo actual.
Los populares asisten atónitos a esta tragedia griega inevitable ya. Saben que Ciudadanos no es a ellos lo que Podemos a los socialistas, la horma de un funesto zapato. Saben incluso que en una liza electoral próxima ganarán votos, no así los socialistas. Los populares han sido astutos culpando de todos los males a Sánchez, y este, llevado por las ínfulas de permanecer en el poder, se ha cegado arrastrando con ello al partido a un callejón sin salida ni recuperación inmediata. Sus órdagos han fracasado como también sus cuitas electorales, derrota en derrota. Quizás daría igual ahora con otro candidato. Se pagan peajes de atrás. Y se deshacen lazos que otros trenzaron antes en la irresponsabilidad.
Pero también muchos han callado hasta ahora. González dio la puntilla en vísperas de los idus. Insinuando faltar a la verdad y al compromiso de Sánchez. Inaudito pero efectivo. El guion se cumple. En horas, 17 miembros de la ejecutiva tuercen el curso de los acontecimientos con su dimisión. Todo está hecho. No busquen Brutus, Casios, Casca o Décimos. Tampoco ningún Marco Antonio dispuesto a defender a César. Sánchez no tiene defensores. Está solo. Es el final. Sánchez lo sabía, pero no quería verlo. Se ha resistido incluso con un órdago, un congreso y primarias. No las habrá hasta que se forme gobierno. Se formará con una abstención.
Todo cambia, más allá de la aptitud e inaptitud de las personas y los políticos. Hemos visto la cara más amarga e ingrata de la política. La de verdad. La que no tiene alma ni piedad con los derrotados. La que se olvida de los suyos cuando vienen mal dadas. Lo malo es que tal y como cogió Sánchez el partido todo venía mal dado. Y los apartados urden su venganza. Y los que ambicionan su puesto o los que mueven los hilos entre bambalinas se cobran su pieza mayor. El partido les importa poco, es la ambición. Se acabó el juego del gato y el ratón. También los conspiradores, con Catones a la cabeza. Pobre Calpurnia, soñó la muerte de su marido. Le traspasaron a traición. César no lo sabía, pese a que le avisaron. Sánchez vivió con ese puñal desde el primer minuto. No le dejaron respirar. Y cada paso que dio se equivocó ahondando la brecha de quienes de verdad mandan porque conciben la política como un reino de taifas de mezquindad y clientelismo. Llegaron los idus de octubre pero Sánchez no sobrevivió a los mismos.

Los idus llegaron

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