El escaño de Barberá

Apenas musitó con voz grave, “es mi escaño”. Concepción patrimonialista y personal del poder, del cabestrante omnímodo de una manera de sentir y concebir la política, al servicio propio. Las siglas se doblegan ante el nos mayestático de quien se cree, y se le permite, estar por encima del partido. Era y fue el modelo en otros tiempos, como blasonó en una ocasión el presidente del partido.
Tiempos remotos y no tan remotos donde todo se veía de otra manera, de otro color, con otros oropeles. Hoy se vuelve como una bocanada que abofetea el presente y el pasado, pero sobre todo, el futuro. Llueve sobre mojado. No termina de escampar. El Tribunal Supremo sitúa a la todavía senadora, y no está dispuesta a renunciar a su escaño, entiéndase, aforamiento y privilegio de ésta ante el propio Supremo y no ante otro juez o juzgador, a un paso de la imputación.
Las sombras, las dudas, las certezas golpean con un aguijón que se temía en Génova. Que se sabía que llegaría a raíz de la operación “Taula” donde todos los concejales del partido en su momento fueron imputados salvo la exalcaldesa. Quien, escudada en la ignorancia y en el no saber qué sucedía, presunción de inocencia, por supuesto, era la excepción a esa imputación global.
Un golpe en la mandíbula de los populares valencianos que tocaron el cielo de las vanidades con la yema de los dedos durante una década. Todo acabó y acaba como sabemos. Pero no se quiere, no se quiso escuchar, ver y menos comprometer. Silencio de la secretaria popular, esto no es un despido simulado indisimuladamente auspiciado como explicación. Es más grave.
Rita Barberá no dimite, no se aparta, está dispuesta a plantar cara, a presionar y no ser la pagana única de demasiadas vergüenzas y conatos de lo que nunca debió ser. Serán los jueces los que diriman su resultado final. Pero la asepsia, el telón de hierro y la cirugía ha comenzado en el discurso popular.
Es obvio que si no pasara lo que está pasando y con dos procesos electorales que en unos días emitirán su veredicto, el impacto no sería tan grave. Mientras Ciudadanos que tan pronto dice que se diluyó su segundo pacto de investidura frustrado como que no, que su propuesta de pacto contra la corrupción sigue vigente o no, pues el péndulo oscila entre la nada y la casi nada, ejercita su látigo ante un Mariano Rajoy que calla.
Y respetando la presunción de inocencia de la senadora, faltaría más, volvemos a lo de siempre, de ¿quién es el escaño? Algo que el Tribunal Constitucional en su día aclaró, pero por qué tanto privilegio a quienes no deberían tener ninguno? Mucha regeneración de palabra, nada de hecho.

El escaño de Barberá

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