LOS DOCE DE FRANCISCO

Simbólico. El gesto y el hecho. También el número. Doce seres humanos que huyen de la guerra, de la destrucción, el miedo y el hambre. Seis de ellos niños, inocentes del todo. Como sus padres. El papa ha viajado a Lesbos. Y Lesbos fue adecentada cosméticamente, pero el drama late en la propia superficie. 
Pero este papa ve por encima de los silencios y escucha por encima de los flashes. Por mucha pintura blanca que tape escritos, soflamas, denuncias. Europa ha abandonado a su suerte a miles de “refugiados” que huyen y buscan una oportunidad en Europa. El portazo es más sangrante en cuanto se ponen cifras y se numeran, o se mercadea en visados con Turquía. 
La soberbia y la ceguera europea es manifiesta, no menor que su egoísmo y hedonismo. Aylán apareció muerto en la arena de una playa, bocabajo. Aylanes anónimos ha habido cientos que han perecido en esta epopeya y huida hacia ninguna parte en particular. Y pronto todos quisimos solidarizarnos y colgar esta solidaridad virtual e hipócrita en redes y nubes. Mas de las nubes no salimos.
Doliente Europa, miseria humana la nuestra. El papa acoge a doce personas, casi tantos como España el año pasado. Con eso decimos todo. Y pronto surgirán las críticas a Francisco. Por qué lo ha hecho, si todo es legal o no, por qué a doce y no a todo un avión, qué hará y quién se ocupará realmente de ellos y proveerá un futuro y solucione su situación legal, y un larguísimo cuestionario de interrogantes. 
Mas lo hecho, hecho está, como lo escrito, y escrito quedó. Es el gesto y el hecho. Es la bofetada a la soberbia y la vanidad de Europa, y a una manera de ser y comportarse como iglesia. No hace mucho tiempo recordó el papa los cientos y cientos de conventos y monasterios vacíos que podría acoger esa nueva carne de Cristo, los refugiados, estigmatizados por culpa nuestra, nuestros miedos, maniqueísmos y egoísmos. 
Dios ha venido a ver, y con él este hombre distinto y diferente, a estos doce. Los doce de Francisco. Son musulmanes, no católicos ni cristianos. Y es lo de menos. Son seres humanos. Nada más grande que la persona misma. Que el sentimiento, la sensibilidad en estas sociedades de cristal y mentira, solidaridad cicatera pero desde nuestros confortables hogares y frente a un ordenador o un televisor. Francisco es conciencia y nos recuerda con cada gesto a los demás, esa misma conciencia, la que nos adolece, falta y olvidamos intencionadamente.
Doce seres tendrán hoy una oportunidad, una oportunidad que nunca imaginaron ni quizás soñaron. El hombre de blanco les abre una puerta. Mucho para tan pequeño gesto en definitiva. 

LOS DOCE DE FRANCISCO

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