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Me despierto y veo en las redes que un tal Vito Quiles es el nuevo Mussolini. La lucha antifascista ahora es boicotear charlas del tal Quiles en la uni, tía. Para lo que hemos quedado. Robespierres de Hacendado, con todo el respeto para la marca blanca del señor Roig y para Robespierre. Robespierre fue víctima de su propio terror, muestra mi cabeza al pueblo, que decía Danton, vamos, que todos los antifas de la revo, tía, acabaron malamente. Uno en la bañera, por lo menos veía agua aunque acabase roja bermellón por culpa de Carlotita, los otros descabezados como acostumbraban. A lo que vamos, que la lucha antifa de ahora no está teñida de rojo bermellón, ahora son jóvenes vestidos de negro pero sin la gracia del goticismo, que a falta de Mussolini convierten en un símbolo fascista a un tal Vito que tiene lo de fascista lo que yo de Mónica Belucci y golpean a periodistas que pasaban por allí porque patatas. Los jóvenes vestidos de negro son todos hombres, ni una chica en el grupo, un poco machista la cosa pero claro, si es antifa está bien que no haya mujeres, estarán en casa cocinando para el reposo del guerrero antifa, las labores propias de su condición, cabalgando contradicciones. 

Mientras, en Londres un obrero, un basurero, un trabajador de esos que se supone que los laboristas protegen y aman, ha sido asesinado a puñaladas mientras paseaba a su perro por un refuchí afgano (me pregunto en mi fascismo habitual qué pintaba un afgano de ventitantos que entró en un camión de forma ilegal en Londres con un cuchillo por la calle) y por supuesto toda la carnicería (aquí sí que hay rojo bermellón) grabada desde una ventana porque si no hubiese vídeo no habría noticia, Grok, es verdad esa noticia, sí, parece verdad que un afgano ha apuñalado a tres hombres, uno de ellos ha muerto mientras paseaba a su perro e intentaba defender a los otros del ataque. El barrendero murió delante de su can, pasear al can, una acción que hacemos muchos humanos varias veces al día, bajar al perrete, una muestra de civilización y recoger las heces también, cerdos que no lo hacéis, una rutina que te despeja y te da la vida. Igual que la (esa sí) refugiada ucraniana que fue degollada por un tarado en el metro de NY, la prensa se dedicó a esconder los asesinatos no sea que nos vayan a llamar nazis o algo feo. No hubo rodillas al suelo por el barrendero, la clase obrera ya no le importa a nadie, su mujer tuvo que pedir dinero para el funeral porque el marido era un working class hero que antes salía en las películas y en las canciones de John Lennon pero ahora igual era un facha o algo y el sueldo era acorde a lo que las élites consideran basura recogiendo basura. Y mientras los antifas queman los bancos donde se sientan los ancianos y protestan por un pavo irrelevante correteando con sus sudaderas negras y sus mascarillas de Hacendado, los héroes mueren paseando al perro. Se llamaba Wayne Broadhurst. Era barrendero. Clase baja obrera. No lo olvidemos.