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En el lienzo de Eugène Delacroix La libertad guiando al pueblo (1830) una mujer, alegoría de la libertad, se eleva sobre los caídos y la muchedumbre “bandera en mano” guiando a su pueblo hacia la libertad. Su figura encarna el coraje cívico y condensa el anhelo de justicia frente a la opresión. Dos siglos después, una imagen similar la protagonizó María Corina Machado el 9 de enero subida a una tribuna en Caracas (El País publicó la foto el pasado sábado) hablando a sus seguidores como guía de su pueblo frente a la dictadura de Maduro. 

El paralelismo es real. En ambos “cuadros” una mujer encarna la lucha por la libertad. Delacroix pintó la insurrección contra el absolutismo de Carlos X , Machado representa la resistencia pacífica frente al régimen opresor de Maduro y evoca la misma energía reivindicativa que inmortalizó el pintor romántico. Su figura, como la de la Libertad de Delacroix, ya pertenece a todos los que creen en la democracia.

Por eso, cuando el Comité del Nobel noruego anunció el Premio Nobel de la Paz para María Corina Machado “por la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica a la democracia”, el reconocimiento tuvo un alcance que desbordó las fronteras de Venezuela. Líderes de América y Europa, como el canciller Merz, Macron y otros dirigentes, celebraron el premio y enviaron mensajes de felicitación y apoyo.

Mientras, el Gobierno español guardó un silencio que no ha explicado y es imposible comprender. Un Gobierno que se presenta como abanderado y comprometido con los derechos humanos, no tuvo una palabra de reconocimiento para quien simboliza la lucha cívica frente a una tiranía. ¿Por qué?

Hay razones ideológicas, como no querer “molestar” a los socios de coalición, afines al chavismo, que condicionan el discurso gubernamental, y que Zapatero, el gran valedor del régimen de Maduro, planee sobre la política exterior. Pero debe haber algo más profundo en ese cálculo diplomático y pueden ser intereses económicos y de otra índole que se nos escapan. Recuerden la “estancia” de Delcy Rodríguez en Barajas, nunca explicada.

Lo cierto es que este silencio del Gobierno no es neutral. El contraste entre la imagen de María Corina Machado, una mujer alzando la voz frente a la represión, y la mudez del Gobierno español resulta ofensivo para los demócratas. No solo por afinidades democráticas, sino por coherencia con los principios que dicen defender.

No hay dictaduras “buenas”, las de izquierda, y “malas”, las de derecha, no existen dictaduras benignas, todas eliminan la libertad, manipulan la verdad y degradan la dignidad humana. Por eso, el silencio torpe y sectario del Gobierno español que no felicitó a Corina Machado, además de incomprensible para muchos españoles, certifica su degradación moral y diplomática.