“¿Qué hace un tío de Nueva Zelanda en Betanzos?” Así viven y así es el Pazo de Illobre
Una treintena de vecinos asiste a la primera visita al inmueble, que la Fundación Condado de Taboada está tratando de reactivar

Bienvenidos al Pazo de Illobre. Una treintena de ciudadanos asiste a la visita organizada por Turismo de Betanzos con anuencia de la Fundación Condado de Taboada. La institución, constituida en 2013 en cumplimiento de la voluntad de Amelia González de la Maza, la última residente en el inmueble, cinco veces centenario, es la actual titular del enclave, la encargada de velar por su conservación y, desde hace un año, de ‘movilizar’ sus más de 1,5 hectáreas de terreno a través de la iniciativa Solidarity Garden. “La idea, como organización sin ánimo de lucro, es abrir este sitio para todos vosotros”, explica Fabián García, la voz de Condado de Taboada en Illobre.
Entre los visitantes, varios vecinos de Castro y de A Angustia, e incluso alguien que nació intramuros: “Mis padres eran los guardeses y muchas cosas están tal cual estaban entonces”, comenta Rosa Lauda. Con ella, Carmen, Manuel y Tita. “Nunca habíamos entrado por aquí”, matizan antes de aclarar que el acceso para el servicio y los vecinos de las aldeas cercanas era otro, “donde había una campana”, insisten con una sonrisa al comprobar que allí sigue colgado aquel artilugio que evoca su infancia y sus anécdotas con los González de la Maza.
El último de los ilustres apellidos vinculados a este enclave, que nace de la mano de los Aguiar y Seijas, “a la sazón, corregidores de la ciudad”, expone Elena Carro, de Turismo de Betanzos.
Uno de los Aguiar y Seijas, cuyo retrato sobresale en uno de los salones, es el célebre Francisco Aguiar, el que da nombre al instituto del municipio, que nació en esta casa en 1633 y murió en México, de donde era arzobispo y en cuya catedral metropolitana está enterrado, en 1698.
En los exteriores, además de un templete de 1902 que recuerda a la ornamentación de algunos espacios de El Pasatiempo, escudos, árboles centenarios, camelias y numerosos elementos de cantería; hórreo, invernadero y anexos recuperados por los voluntarios de Solidarity Garden.
La misión de estos chicos, de Madrid, Cádiz o Valladolid; de Luxemburgo, Turquía, Nueva Zelanda o Marruecos, es “la recuperación del entorno después de muchos años de abandono”, indica Fabián García. “¿Qué pinta un tío de Nueva Zelanda en Betanzos? Pues aquí está, aprendiendo y compartiendo su conocimientos y cultura, aportando para devolverle la vida a Illobre” e integrándose en la cotidianeidad de Betanzos.
“Este sitio era una selva”, añade antes de escuchar a Lucía, la andaluza: “Aquí dentro vivimos unos veinte voluntarios, aprendemos a cuidar el huerto, también hacemos de albañil si es necesario, y compartimos experiencias y cultura”, comenta con un inconfundible acento de Cádiz. “Una vez a la semana –apuntan– tenemos cenas internacionales para que todos podamos conocer comida y tradiciones de otros sitios” y alguno ha aprendido a hacer caldo, como Tom, de Luxemburgo.
En la cocina, que conserva su esencia y apenas ha cambiado respecto a la que conoció Rosa, dos chicas elaboran una receta con ortigas, que son “supernutritivas” y, “como en toda terra de calidade”, abundan en Illobre.


