Una hoja en blanco

Una hoja en blanco
El fin del verano y la temporada de vacaciones para la mayoría marca el inicio de un nuevo ciclo

Ayer escuché decir a una mujer muy sabia que cada día, al despertarnos, firmamos una hoja en blanco de una especie de contrato de trabajo sorpresa. Me encantó esa forma de ver el comienzo de cada jornada ya que, por mucho que organicemos nuestro día, siempre aparece una sorpresa a la que hacer frente bien en forma de alegría o de reto por alcanzar.
En los últimos años, me parece que somos cada vez más quienes usamos agendas escolares, esas que van desde los meses de septiembre hasta agosto del año próximo. En mi caso es una cuestión vital ya que desde que empecé el colegio hasta ahora, por motivos laborales y familiares, mi año “real” comienza siempre en septiembre. Eso supone, entre otras cosas, tener dos épocas para contemplar propósitos: la del nuevo curso que comienza y la de enero, poco después de tomar las uvas. Quizás la más productiva de ellas sea la primera, puesto que después del verano vienen unos estupendos días de reflexión fruto de haber podido descansar en la arena y escuchado las olas del mar.
Hace unos días, me contaba una amiga que al llegar a su casa después de las vacaciones una de sus hijas le explicó a la perfección esa sensación de llegada al hogar: “mamá, es como si nuestra casa siguiese igual pero distinta, como si nos hubiesen cambiado el suelo o las paredes, pero nuestras cosas siguen en su sitio”. Esa niña, con tan sólo seis años, supo expresar perfectamente esa cálida sensación que supone el regreso, ese sentimiento agridulce de cambio de lugar que a pesar de la morriña siempre da paso a un volver a comenzar renovado y con ánimo.
Cuesta mucho hacer las maletas cuando toca la vuelta y despedirse de esos lugares que nos han acogido en los meses de verano. Cuesta todavía más decirle adiós a esos familiares o amigos que solo podemos ver en julio o en agosto, pero también es verdad que tenemos que dar gracias de tener la oportunidad de estar juntos en vacaciones y de comprobar que el paso del tiempo es fundamental para querernos más si cabe. 
Seguramente en los próximos días leeremos y escucharemos noticias relacionadas con la vuelta al colegio, con lo que cuesta comenzar y reincorporarse a las ocupaciones pero, con todo, yo me quedo siempre con esos anuncios de Corticoles con una sonrisa: estamos en el momento perfecto de recomenzar, de apuntar en las nuevas libretas y en esas agendas todos los recuerdos de verano y que nos motivarán a seguir trabajando a lo largo del curso. Y sí, hay que apuntarlo, porque muchas veces parece que la lluvia no solo se lleva consigo las hojas que caen, sino esos momentos que tendrían que quedar almacenados en nuestra memoria y eso no puede ser. 
Muchos recuerdos
Por eso, me quedo con los días de playa, con los planes improvisados, con las noches buscando a Marte (¡con lo bien que se ha visto este verano!), con las excursiones al pueblo de Cariño, habiendo descubierto playas nuevas y también, habiendo pasado una larga temporada en mi pueblo de verano y sintiéndome afortunada de poder volver cada año para recordar mi infancia y algunos de los mejores momentos de la vida. Me quedo también con el recuerdo de haber visto a unos niños felices nadando por primera vez. 
Apuntaré sin duda todos esos abrazos de reencuentros y el olor a mar desde primera hora de la mañana. Desde luego, todo ello ha supuesto una dosis de energía y vitaminas que, lejos de dar lugar a la tristeza por la vuelta, tiene que ser esa guía para comenzar el nuevo curso con ánimos y energía.
Espero de veras que tengan muchos buenos motivos para empezar con buen pie este septiembre y que, si aún están preparando el equipaje, recuerden que la vuelta a casa es estupenda. Nos quedan muchas hojas en blanco para escribir nuestra historia del nuevo año que ahora comienza así que, si pueden, hagan las últimas fotos de verano para enmarcarlas y verlas todo el año, recojan muchas conchas en la playa y disfruten cada día de sol que queda del mes de agosto. Septiembre nos espera con los brazos abiertos y tenemos que saludarle con todo nuestro ánimo.

Una hoja en blanco

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