Sergio Ramírez dedica el Cervantes a las víctimas de la represión en Nicaragua

Sergio Ramírez dedica el Cervantes a 
las víctimas de la represión en Nicaragua
Felipe VI, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez con su esposa, Gertrudis Guerrero Mayorga, y doña Letizia, ayer tras finalizar el acto de entrega del Premio Cervantes | Juan Carlos Hidalgo (efe)

El escritor Sergio Ramírez recibió ayer el Premio Cervantes en una ceremonia como es tradición en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares en la quededicó unas palabras en memoria de los nicaragüenses que perdieron la vida en las protestas contra la reforma de la seguridad social del Gobierno de Nicaragua.
“A la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días fueron asesinados por salir a la calle a reclamar justicia y democracia”, declaró el autor. Además, en su discurso aseguró que un escritor que es “fiel a un credo oficial y a un pensamiento único no puede participar de la novela”.
“Un escritor fiel a un credo oficial, a un sistema, a un pensamiento único, no puede participar de esa aventura diversa, contradictoria, cambiante, que es la novela. Una novela es una conspiración permanente contra las verdades absolutas”, señaló Ramírez en un discurso con constantes referencias a su maestro, Ruben Darío, y al autor de “El Quijote”. “A través de los siglos la historia se escribió siempre en contra de alguien o a favor de alguien. La novela, en cambio, no toma partido, o si lo hace, arruina su cometido. El vasto campo de La Mancha es el reino de la libertad creadora”, aseveró ayer el escritor nicaragüense.

El escritor Ramírez puso el foco en la realidad de hoy en día que “tanto abruma” y habló de caudillos “como magos de feria disfrazados de libertadores, que ofrecen remedio para todos los males” o aquellos caudillos del narcotráfico “vestidos como reyes de baraja”.
También del exilio permanente de miles de centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos “impuesto por la marginación y la miseria”, y el “tren de la muerte” que atraviesa México “con su eterno silbido de bestia herida, y “la violencia como la más funesta de nuestra deidades, adorada en los altares de la Santa Muerte” o las fosas clandestinas que se siguen abriendo y los basureros “convertidos en cementerios”. “Cerrar los ojos, apagar la luz, bajar la cortina, es traicionar el oficio. Todo irá a desembocar tarde o temprano en el relato, todo entrará sin remedio en las aguas de la novela. Y lo que calla o mal escribe la historia, lo dirá la imaginación, dueña y señora de la libertad”, reiteró el galardonado.
Para Ramírez, “no hay nada que pueda y deba ser más libre que la escritura, en mengua de sí misma cuando paga tributos al poder el que, cuando no es democrático, sólo quiere fidelidades incondicionales”. El autor defendió que los novelistas son más bien testigos de cargo” y su oficio es “levantar piedras”. “Si debajo lo que hallamos son monstruos, no es nuestra culpa”, añadió.

Años juveniles
De hecho, Ramírez enmendó una frase cervantina para aludir a su pasado en las filas de la revolución sandinista. “En mis años juveniles ‘tuve otras cosas en qué ocuparme, dejé la pluma y las comedias’, como expresa nuestro padre Cervantes”, comentó con humor el escritor.
“Y si un día me aparté de la literatura para entrar en la vorágine de una revolución que derrocó a una dictadura, es porque seguía siendo el niño que se imagina de rodillas en el suelo de la venta presenciando la función de títeres del retablo de Maese Pedro, ansioso de coger un mandoble para ayudar a don Quijote a descabezar malvados”, añadió.

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