Pondal echa raíces en el Centro Ágora de la mano del escultor Enrique Tenreiro

Pondal echa raíces  en el Centro Ágora  de la mano del escultor Enrique Tenreiro
Enrique Tenreiro, con “O Piñeiro de Pondal”, una escultura que llegó al Ágora “para quedarse” | Javier Alborés

En 1925, a iniciativa del Circo de Artesanos de A Coruña, la ciudad plantó un árbol en homenaje a Eduardo Pondal al pie de su busto en los Jardines de Méndez Núñez. Casi nueve decenios después el viento lo tiró y, con él, el tributo al bardo” de Os Pinos. “El árbol del himno gallego, plantado en la dictadura de Primo de Rivera, superó esta, la breve II República, el largo franquismo y la joven democracia, pero lo que no pudo superar fue una tormenta ciclogénica a sus noventa años y se dejó vencer de viejo y de amor... El 14 de febrero de 2014”. Enrique Tenreiro comienza así el relato de su odisea para salvar los restos del “piñero” y convertirlos en esculturas, como la que ya descansa en el Centro Cultural Ágora.
“Lo tallé durante tres meses del invierno-primavera de 2016, y en medio del trabajo perdí a mi padre”, explica Tenreiro que, para poder desarrollar su idea y dar una segunda oportunidad al árbol pondaliano, tuvo que llamar a la puerta de dos concejalías y cursar sendas instancias hasta obtener el permiso para retirar las raíces y un trozo, lo poco que no habían quemado en Nostián.
El resultado de aquellos primeros obstáculos, de la dedicación posterior... Representa la vida, la alegría, el color... Veintipico serpientes de colores y más de seiscientos kilos que, coincidiendo con el centenario de su muerte, suponen un nuevo homenaje al autor de Os Pinos, el poema que da letra al Himno de Galicia.
“O Piñeiro de Pondal”, que desembarcó en el Ágora para quedarse, tendrá un “hermano”, una de las tres secuelas de tamaño medio del “árbol padre”, en Bellas Artes.
Tenreiro, nieto del arquitecto (Antonio Tenreiro Rodríguez) que diseñó la sede del Banco Pastor,  auténtico rascacielos en su época, posee otras cuarenta y cuatro piezas escultóricas pequeñas “sacadas” de los restos que la ciclogénesis y la burocracia dejaron “vivos” en Méndez Núñez.  
El del Ágora tiene un acabado aparentemente abstracto, “un montón de serpientes de colores entrelazadas” y, en el centro, una blanca y otra azul –ambas con cara, ojos y lengua– mirándose, que representan a Galicia. l

Pondal echa raíces en el Centro Ágora de la mano del escultor Enrique Tenreiro

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