Los trastornos de la conducta alimentaria: un sufrimiento diario que se incrementa en la época estival

Los trastornos de la conducta alimentaria: un sufrimiento diario que se incrementa en la época estival
Los TCA influyen en todos los aspectos de la vida de una persona. Problemas de gestión emocional y de la infancia se visibilizan a través del físico.

Hace 26 años Gemma Ventoso dejó de comer la merienda en el recreo, mientras en casa seguía una “dieta” con el objetivo de bajar un par de kilos. Ahora tiene 46 años, marido, dos hijos y una enfermedad que continúa haciéndola sufrir y luchar cada día: un trastorno de la conducta alimentaria. 

 

“Restringía cenas, comidas o desayuno hasta que llegó un momento que traspasé la línea imaginaria de ser un problema a ser una enfermedad” relata Gemma. En ese momento estaba estudiando sociología y le gustaba especialmente escuchar “qué delgada estás”, asociado a un “qué guapa estás”. 

 

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Gemma Ventoso ya ha hablado en otras ocasiones para medios de comunicación sobre su enfermedad. " Me encantaría que se visibilizara más porque necesitamos muchísima comprensión" | CEDIDA

 

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) afectan alrededor de un 6% de mujeres de entre 12 y 21 años en España según datos de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). El porcentaje en los hombres baja hasta el 0,3%. Durante la pandemia, se incrementaron en todos los casos, caracterizados por una mayor restricción alimentaria y una gran influencia por parte de las redes sociales.

 

Mucho más que “no querer comer”

 

A lo largo de los años, el TCA se ha asociado a comportamientos alimentarios anormales, acompañados por una distorsión en la percepción de la imagen corporal, una preocupación excesiva por el peso y por la comida. 

 

Sin embargo, desde la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia el doctor José Luis Marín señala que no se debe tratar únicamente como un problema con la comida ni de comportamiento: “Creo que son uno de los diagnósticos psiquiátricos peor tratados” señala el especialista. 

 

“Es imprescindible comprender que el TCA es una etiqueta diagnóstica, pero que la persona es mucho más que eso. Necesitamos saber cuál es su historia, qué sucedió y qué no sucedió en las relaciones más importantes, cómo se sentía y sienten esas relaciones, qué necesitó y no ocurrió, etc.” recalca la psicóloga Lucía López. 

 

ABAC, una asociación referente en A Coruña

 

Abordar los TCA desde una perspectiva multidisciplinar es lo que buscan desde la Asociación de Bulimia y Anorexia de A Coruña (ABAC). Intervención terapéutica, comedor y actividades de formación y concienciación son algunas de las tareas que la entidad potencia día a día. 

 

“Llevo desde 2019 en la asociación y tuve un ingreso de por medio. En aquella época me sentía muy sola, estaba triste. No quería comer ni salir de casa ni hablar con nadie y ahora tengo ganas de hacer cosas, de salir, de estar con mis amigas. Me estoy recuperando” reconoce una de las integrantes de ABAC, que prefiere permanecer en el anonimato. 

 

Gemma también entró en ABAC hace cuatro años animada por su marido. A lo largo de su vida, tuvo episodios de anorexia y bulimia: “Muchas veces me pregunto cómo sería mi vida si no tuviese esa enfermedad. Para mí comerme una manzana era meterme cuchillos en el cuerpo. Cuando yo empecé no había información de nada y me costó expresarlo porque ni yo misma sabía lo que me pasaba e incluso me avergonzaba” reconoce Gemma.

 

Día tras día, la enfermedad sigue repercutiendo en su vida: “Yo no pico nada entre horas y me pone muy nerviosa comer tarde” describe Gemma Ventoso. Hay una explicación de la que ella tiene constancia: “El refugio de la comida es lo que no puedes controlar de otra manera. Cuando estoy mal, sé que eso va a repercutir en mi relación con la comida y en cómo me veo yo. Mi vida es una montaña rusa por eso” asume Ventoso. 

 

Las familias y la infancia

 

Hay un patrón que se repite en varios casos: “Independientemente del TCA que presente la persona o en qué categoría diagnóstica encaje, coincide en presentar una experiencia de trauma en la infancia, concretamente en la relación de apego con sus figuras vinculares y por lo tanto alguna o varias emociones disociadas o reprimidas que la persona ha intentado regular a través de su conducta con la comida” indica la psicóloga Lucía López.

 

El sentimiento de culpa aparece en las familias en el momento del diagnóstico: “Al principio me sentí desorientada y pensaba que había hecho algo mal. Ahora sé que perfectos no existen. pero sí bien intencionados” explica Carmen Galindo, presidenta de la Federación Española de Asociaciones de Ayuda y Lucha contra la Anorexia y la Bulimia (FEACAB) y madre de una persona con TCA.

 

La principal aportación de las asociaciones es el apoyo a las familias, ayudarles a entender la enfermedad, saber cómo convivir y sentirse comprendidos en momentos difíciles. 

 

El verano, una época difícil

 

El día a día, se convierte en un sufrimiento para aquellas personas que padecen un TCA. La compensación a través del deporte, el control de la comida y todo lo que tenga que ver con ella se convierte en el núcleo de sus pensamientos. 

 

Algo que se incrementa al exponerse a situaciones sociales como comidas familiares o con amigos: “Tienes que estar dando todo el tiempo una sensación de qué bien estoy, cuando por dentro tienes mil demonios. Llevo años aparentando lo que no siento” reconoce Gemma Ventoso.

 

La temporada estival es una época difícil también por el tipo de prendas y planes que acarrea. Bikinis, playa o pantalones cortos pueden desencadenar una situación incómoda.

 

“A la playa intento ir porque me gusta mucho, pero lo paso mal cuando llego, que la gente me mire el cuerpo. Para comer, depende a qué sitio vayan mis amigas voy o no voy. Cuando creo que he comido mucho a mediodía, decido evitar ir con ellos a la cena. Me siento agobiada, me siento triste por no poder ir y me entra también mucha ansiedad porque creo que mis amigas se van a alejar de mí si no hago esos planes” expresa una de las mujeres que asiste a ABAC.

 

La percepción de uno mismo se encuentra distorsionada con esta enfermedad. La actitud cambia a lo largo del tiempo y la comprensión es fundamental: “Está dañada la autopercepción y por tanto la autopercepción corporal, pero no debemos centrarnos en la punta del iceberg. Para las personas con TCA requiere mucho trabajo poder adquirir nuevos patrones de conducta y de regulación emocional” explica la psicóloga Lucía López.

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