Aunque no la hereden toda, tu carga genética influye en cómo crías a tus hijos (y eso les afecta)

En los últimos años, la genética ha dejado de ser vista como un mero conjunto de instrucciones transmitidas de padres a hijos, para convertirse en un sistema dinámico donde incluso los genes no heredados influyen en el entorno familiar y, por ende, en el desarrollo de los niños.
Investigadores de la University College London (UCL) han acuñado el término “crianza genética” o “genetic nurture” para describir cómo los marcadores genéticos de los padres —aunque no pasen al linaje directo— modelan comportamientos de crianza que benefician el rendimiento académico y la salud mental de sus hijos.
Este hallazgo desafía la noción tradicional de que sólo los genes heredados explican las trayectorias vitales de los menores, al demostrar que el ambiente conducido por predisposiciones genéticas añade una capa crucial de influencia.

El informe de UCL, financiado por la Fundación Nuffield y publicado este mes, se basa en el análisis de más de 38 000 familias de Reino Unido, Australia, Países Bajos, Islandia y Estados Unidos, junto con datos genéticos originales de 4.580 núcleos familiares británicos.
Utilizando puntuaciones poligénicas —una herramienta que resume el efecto conjunto de cientos de miles de variantes genéticas—, los científicos cuantificaron la predisposición educativa de padres e hijos y aislaron el impacto de los genes parentales no transmitidos.
Por ejemplo, un padre o una madre con una alta puntuación genética para la educación —es decir, con una predisposición genética a completar más años de formación académica— es más probable que lea con sus hijos, invierta en libros o busque entornos educativos estimulantes, como guarderías de calidad o actividades extracurriculares.

Aunque el hijo no herede exactamente las variantes genéticas que predisponen a ese interés por la educación, se beneficiará del ambiente estructurado por esas inclinaciones genéticas. Así, el gen actúa, no dentro del niño, sino a través del comportamiento del adulto.
Este modelo supone una visión más compleja y realista del desarrollo humano, en la que naturaleza y crianza no se oponen, sino que se entrelazan.
Infancia temprana
Según los investigadores de University College London, los efectos indirectos de esas inclinaciones genéticas son especialmente visibles en las primeras etapas de la infancia, cuando los niños son más dependientes del entorno que los adultos diseñan para ellos.
Y lo más importante: la crianza genética ayuda a explicar por qué, incluso entre hermanos que comparten gran parte del material genético, pueden surgir diferencias significativas en logros académicos y bienestar emocional.

Esto evidencia que el legado genético de los padres va más allá de lo que se transmite por ADN. Influye también a través de sus decisiones cotidianas, sus hábitos, sus aspiraciones y la manera en que interpretan y actúan en su rol como cuidadores.
Esto abre nuevas posibilidades para comprender y mejorar el desarrollo infantil, enfocándose no solo en el niño, sino también en el potencial transformador del entorno familiar.
Bienestar emocional
Más allá de las aulas, el estudio revela también vínculos entre estos genes no heredados y aspectos de la salud mental infantil, incluyendo hiperactividad, conductas prosociales (empatía, solidaridad) y regulación emocional.
Estos efectos indirectos fueron más pronunciados alrededor de los tres años, asociados a predisposiciones parentales para la motivación, la perseverancia, la regulación emocional y el autocontrol.
Acceso a los recursos
Cuando se incorporaron variables de nivel de estatus socioeconómico y nivel educativo de los padres, los efectos genéticos indirectos se redujeron en aproximadamente un considerable 75 por ciento, lo que indica que gran parte de la crianza genética opera a través de recursos familiares y oportunidades de aprendizaje.
Esto subraya que las ventajas derivadas de la predisposición genética de los padres pueden reflejarse en un acceso diferencial a materiales educativos y entornos enriquecidos, según las conclusiones de la investigación.

Políticas e intervenciones
Los responsables del estudio instan a centrar las intervenciones en la primera infancia, orientadas a dotar a los padres con altas disposiciones genéticas a la educación para que desplieguen estrategias de crianza aún más enriquecedoras.
Al mismo tiempo, resaltan la importancia de implementar políticas públicas que reduzcan las brechas de recursos entre familias.
Aunque los efectos observados son modestos y no permiten predicciones individuales ni el diseño de políticas basadas exclusivamente en genética, su análisis ofrece una capacidad invaluable de comprensión de la interacción biológico–social.
Los responsables de esta observación proponen estudiar con mayor detalle las intrincadas disparidades específicas de recursos que sustentan la crianza genética y explorar cómo distintos tipos de apoyo parental pueden optimizar el desarrollo infantil a lo largo del tiempo.