Protagonista y testigo

En las últimas horas los líderes políticos del mundo entero dedican sus mejores elogios hacia Mijail Gorbachov. Es un reconocimiento justamente merecido porque Gorbachov fue uno de los principales protagonistas de que el mundo cambiara allá en las postrimerías del siglo XX. El Muro de Berlín no habría “caído” sin su visto bueno, dando lugar al desmoronamiento de la Unión Soviética.

 

Los jefes de gobierno suelen decir que cuando sucede algo importante el último teléfono que suena es el suyo y siempre para pedir instrucciones, para que den una respuesta sobre qué hacer. Así que me imagino aquel 9 de noviembre de 1989 cuando en el Kremlin sonó el teléfono de Mijail Gorbachov y una voz le anunció que en la República Democrática alemana numerosos grupos de personas estaban intentando cruzar al otro lado del muro.

 

En realidad todo había empezado mucho tiempo atrás pero, por poner fechas, un mes antes miles de ciudadanos se habían manifestado en Leipzig pidiendo que les permitiera pasar libremente al “otro” lado del muro. Aquella protesta no se saldó, como era habitual, con una implacable represión, y las protestas se fueron sucediendo por otras ciudades. El 4 de noviembre hubo otra gran manifestación en la Alexanderplatz de Berlín y el 9 de noviembre, durante una rueda de prensa con Günter Schabowski, portavoz de la República Democrática Alemana, un periodista italo-alemán, Riccardo Ehrman, corresponsal de la Agencia italiana Ansa hizo una última pregunta: ¿Cuándo podrían los alemanes del Este cruzar sin problemas hacia el otro lado del Muro ya que el propio gobierno venía anunciando reformas que permitirían facilitar viajar al “otro” lado?. Günter Schabowski respondió con un “desde ahora mismo”. De manera que una pregunta y una respuesta fueron los principales “martillos” para derrumbar el muro. Sin duda ni el periodista ni Schabowski eran conscientes en ese momento de que estaban dando los primeros martillazos para derrumbar el Muro.

 

Y sí, el timbre del teléfono de Gorbachov irrumpiría en el Kremlin y Mijail Gorbachov tuvo que tomar una decisión en milésimas de segundo. O impedía que el Muro cayera o lo permitía sabiendo las consecuencias que ambas decisiones tendrían. Hoy, la Unión Soviética no existe, aunque me temo que muchos, a derecha e izquierda, la añoran. Unos, porque para sus intereses les convenía la “guerra fría”, otros, porque creen que aquel régimen era un modelo de virtudes prefiriendo ignorar el sufrimiento y la falta de libertad.

Protagonista y testigo

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