Medicina y más financiación

Hace más de 35 años el sistema universitario gallego cambió radicalmente, salvo la Facultad de Medicina de Santiago. Era la cristalización de la LRU de 1983. En la práctica, significaba la desaparición de las aulas masificadas, los macrocentros, las cátedras monolíticas. Se sustituían por la descentralización territorial y del poder académico. Carreras como Empresa, Derecho, Enfermería, Comunicación Audiovisual, Ingeniería Informática o Educación multiplicaron sus centros. Salvo Medicina. Como media, 80 estudiantes acceden en primero a cualquier grado. En Medicina entran 400.


La Facultad de Medicina de Santiago tiene más de 2.200 matriculados. Es la más grande de España y representa más del 10% del alumnado total de la USC. En el modelo de educación superior que funciona en este país se trata de un anacronismo imposible de justificar. Que se reparta la docencia práctica en alguno de los últimos cursos entre las tres universidades gallegas solo origina problemas administrativos y de gestión. Además de suponer un reconocimiento implícito de que la concentración no funciona.


Hay quien puede ver en este asunto una simple guerra localista. Algunos lo comparan con los aeropuertos o las sedes del Mundial. Pero es mucho más grave. La formación de los médicos está en crisis por su calidad, como lo demuestran las polémicas sobre el examen MIR, y por su número. Se habla ya de un déficit de 25.000 puestos en toda España, lo que implica una rebaja en el nivel de exigencia tanto en los graduados en este país como en el reconocimiento de los títulos extranjeros. Así que, inevitablemente, hay que formar a más y mejores médicos. Y eso no se logra con 400 estudiantes en primero.


Harvard o Johns Hopkins admiten 130, Yale 100, Stanford 90… ¿Por qué las mejores facultades de medicina del mundo optan por promociones pequeñas? Porque no siempre es mejor tener muchos aeropuertos pequeños, pero sí aulas con menos estudiantes por profesor. Si cuentan con los medios adecuados por cada alumno, naturalmente.


Que los políticos o incluso los rectores del momento pacten siempre tiene su valor. Pero cuando se pactan excepciones incomprensibles solo se puede pensar que responden a intereses o a prejuicios. Intereses personales o partidistas de todo tipo y prejuicios tan simples como que Medicina es distinta a todas las demás titulaciones. Y no lo es. Muchas otras deberían copiar su duración o el sistema MIR. Y Medicina debería copiar el tamaño de sus promociones y de sus aulas.


La reivindicación del rector de la UDC, Ricardo Cao, de crear una Facultad de Medicina en A Coruña está plenamente justificada. La descentralización de las prácticas acordada en 2015 no se ha cumplido, la demanda de plazas multiplica la oferta y existe una necesidad urgente de médicos. Pero hay que solucionar un problema: puede que la ciudad cuente con suficientes recursos, pero la Universidade da Coruña no.


Así que todo dependerá de la pura voluntad política. Porque no solo hay que crear un nuevo grado de Medicina, hay que cambiar radicalmente la financiación de una Universidad que todavía tiene facultades compartiendo el mismo edificio y enlatando varios grados en el espacio de uno como ocurre con Sociología, Audiovisual y Videojuegos o Filología y Turismo. En uno de estos casos, desde hace la friolera de 22 años. Y nunca hay dinero.


Tal vez la cuestión se resuelva con un nuevo acuerdo que aquiete las emociones localistas, salvaguarde la aristocracia médica y mejore un par de detalles sobre acreditaciones y plazas de profesores. Sería una decepción. Aunque peor sería mantener la situación actual, que, entre privilegios excepcionales y déficits presupuestarios, solo demuestra la incompetencia de los gestores pasados. Es el momento del cambio.

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