Un lío colosal

Génova, el PP en general, y Feijoo en particular, tienen un lío colosal (que diría Rajoy) con los pactos. Lo que aquí vale, allí no; lo que aquí es un “divorcio difícil”, allí es un intolerable intento de negar la violencia machista.
 

La España indivisible empieza a correr el riesgo, con los gobiernos populares, de convertirse en un peculiar “Estado plurinacional”, donde cada autonomía regule a su antojo aspectos fundamentales de la convivencia. Lo que empieza siendo la desaparición de los carriles-bici en determinadas ciudades, donde ya se han cerrado los pactos municipales, amaga con abarcar aspectos más serios.
 

Después del zambombazo de Valencia, la dirección del partido ha recomendado un parón y marcha atrás que tiene en vilo a Aragón y Baleares. Lo que sí parece aceptable es ceder la presidencia de los parlamentos regionales a los dirigentes de Vox para evitar que entren en los gobiernos; rebajando la categoría del cargo a un papel representativo, cuando no lo es. Nada más tomar posesión de su cargo, o al aceptar el pacto, se dan a conocer detalles biográficos de los candidatos de la extrema derecha que causan estupor y consternación. Por ejemplo: la obsesión negacionista de la nueva presidenta de las Cortes de Aragón, la diputada de Vox, Marta Fernández, que puesta a negar, niega el cambio climático, la epidemia del COVID y califica de “invasión” la llegada de inmigrantes. Esto no es un juego; son cuatro años de legislatura por delante.
 

Extremadura tendrá que volver a las urnas porque el intento del candidato socialista de presentarse a la investidura no es más que un acto de voluntarismo. No obstante, las declaraciones de María Guardiola, con el apoyo incondicional de Feijóo, alejan cualquier posibilidad de cerrar un pacto.
 

En el partido, es decir, en la dirección de la calle Génova, empiezan a oírse las voces de preocupación por esta jaula de grillos, donde cada uno va a su bola, y temiendo la repercusión en la campaña de las generales que es lo que de verdad importa ahora. Feijoó no puede dar la imagen de que no controla y deja hacer sin enterarse. Hay voces muy críticas con el pacto de Valencia que consideran una “entrega” con demasiadas concesiones que ha hecho creer a un Vox que puede pedir lo que quiera, poniendo en dificultades al resto de barones provinciales.
 

Al final, la actual dirección popular va a acabar añorando a Teodoro Garcia Egea, el “enemigo” de Ayuso y mano derecha de Casado, que llevaba el partido con mano de hierro y sin concesiones territoriales.

Un lío colosal

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