José Manuel Belmonte, en Xerión

La galería Xerión ofrece la muestra “MENOS ES MÁS” del escultor José Manuel Belmonte (Córdoba,1964),miembro del grupo Córdoba Contemporánea, cuya formación en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad y, más tarde, en Italia le ha proporcionado un extraordinario dominio de la figura humana y de su anatomía, que él explora en clave simbólica, para hablar de aspectos de la condición humana y del ansia de trascenderla, como ocurre con uno de sus Hombres pájaro, que le mereció el premio a la mejor escultura figurativa internacional promovida por la Fundación de las Artes y los Artistas de Barcelona. Es autor también de importante obra pública, como “La Regadera” que es una ofrenda a su abuela, el Homenaje a los Patios cordobeses o la “Malena” de Posadas que dedicó a las lavanderas. Uno de sus temas preferidos es la humilde epopeya de los seres corrientes, que trata con honda empatía, en relieves de serena belleza y en esculturas en las que prima la expresividad y el movimiento, lo que permite relacionarlas con el pathos barroco. Significativas son, en este sentido, las obras “Equilibrio vertical y “Equilibrio horizontal”, en las que representa dos jóvenes cuerpos desnudos que se contorsionan en el aire; también aparece esa tensión que pone al límite la musculatura del cuerpo, en el bronce “Cogiendo la luna”, en la que un hombre, de pie sobre la punta de los pies, se retuerce alzando los brazos a lo alto; pero donde queda más patente la idea de lucha interior y el contraste ligero-pesado es en el bronce “L´anima se ne va”, que representa un cuerpo curvado en el aire y cuyo único punto de apoyo es el dorso de la mano posado en una delgada barra de hierro. El ansia de trascender las limitaciones humanas es visible en su serie “Hombre pájaro I, II y III”, donde esculpe atléticas figuras que buscan impulso para volar. Los humanizados dioses de la mitología griega alimentan también esta idea de trascendencia, como sucede en la mano alada de”Mercurio” que es una representación metonímica del dios; o en “Hades”, cuya divina figura es la de un barbado y musculosos guerrero. Frente al patetismo de las esculturas de bulto, los relieves, realizados en resina de tonos claros, se aproximan a la serenidad clásica, aunque trate en ellos el mito de la caída adámica, con su manzana tentadora y su corolario de lascivia y deseo, pero planteados como un erotismo natural, no exento de belleza; tal como aparece en los desnudos femeninos de “La lujuria “ y “La invitación”; o en la serie que titula “Peca”, en la que manos y boca se disputan el fruto prohibido; o en “Los 7 pecados”, donde otras tantas manzanas rodean el cuerpo desnudo de un hombre tumbado. La belleza inocente, en estado puro, aparece en “El niño que mira al mar”, donde un dulce rostro infantil persigue por el incólume espacio las canicas de sus sueños. Las inquietudes metafísicas y ético-estéticas de este notable escultor se resumen en el signo de interrogación que traza la mano del relieve “Incógnita” sobre un terroso plano de barro adámico.

José Manuel Belmonte, en Xerión

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