La izquierda más tramposa

Muchas veces hemos escuchado aquello de “haz yo que yo diga, no lo que yo haga” y la izquierda política y mediática se lo aplica a rajatabla. Habla de un cordón sanitario a Vox, lo hace con entusiasmo y sin miramientos cuando, en realidad, lo que quiere decir es que el PP se ponga una camisa de fuerza a si mismo que le impida acceder a gobiernos de cualquier nivel.


Es curioso porque cuando la izquierda necesita sumar a Bildu o a Esquerra Republicana o a Podemos para obtener mayorías parlamentarias, lo hace con total naturalidad y no contentos con eso, proclaman y suscriben un código deontológico según el cual ellos pueden pactar con herederos de ETA o golpistas condenados o con quien quiere tumbar la Constitución del 78 de tal modo y manera que ellos tienen carta blanca para sus pactos pero al PP le “prohíben” entenderse con otras fuerzas que, respaldadas por votos democráticos, tienen también su legitimidad para actuar en los foros políticos democráticos a los que accede a través de las urnas.


Está claro lo que la izquierda pretende, sin ir más lejos ayer en Castilla y León la izquierda pretendía que la fuerza que ganó las elecciones, el Partido Popular, renunciara al gobierno y no se entendiera con Vox dejando así el gobierno en manos del PSOE y santas pascuas, nunca mejor dicho.


Respondió bien Feijóo el otro día en una entrevista cuando dijo “supongo que será una broma que el Psoe nos diga con quien pactar o no cuando ellos se casan con Bildu o Esquerra sin rubor alguno”. Claro que tenía razón Feijóo, pero es que, además, se le ofreció al Psoe que facilitara la investidura de Mañueco para evitar a Vox y los socialistas lo rechazaron. Ya en el tiempo, año 2014, el PP ofreció al PSOE un pacto ante las municipales para que gobernara la lista más votada y el PSOE ni contestó.


Los esfuerzos políticos y mediáticos de la izquierda asilvestrada han marcado una estrategia tan sencilla como poco elaborada, demonizando a Vox persiguen dos objetivos: que Vox sea estigmatizado hasta su muerte política y que el PP solo pueda gobernar si obtiene mayorías absolutas.


Esto tiene dos problemas, el primero es que Vox tiene cuatro millones y medio de votos de españoles que, por algún motivo, depositan su confianza en el partido de Abascal y el otro es que más de un ochenta por ciento de los votantes del PP no entenderían perder gobiernos por no entenderse con Vox cuyos votos proceden, mayoritariamente del PP.


Otra cosa es que el Partido Popular quiera recuperar esos votos para no depender de nadie en gobiernos de coalición, es natural, pero de ahí a participar en un cordón sanitario propuesto por los herederos políticos de ETA o por los separatistas catalanes va un abismo.


Pero es que, además, tengo la sensación de que los que más han contribuido al crecimiento de Vox son precisamente los medios de comunicación de izquierdas que con el odio que le profesan a diario consiguen una reacción entre la opinión pública que favorece a los verdes.


Y les digo, lo saben ellos y lo sabemos todos, pasear el fantasma del pasado cada dos por tres será muy divertido para la izquierda y muy rentable para Vox.

La izquierda más tramposa

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