La gente protesta en la calle

Se anuncian varias manifestaciones para este fin de semana en Madrid: de agricultores y ganaderos, contra la subida de la luz, contra la participación de la guerra en Ucrania... Madrid vuelve a convertirse en un ‘manifestódromo’ incómodo, pero eficaz para los convocantes, que saben que un minuto en las televisiones nacionales vale mucho más unas horas transitando por las calles ‘de provincias’. Hay, sí, una expresión de descontento creciente en muchos sectores, que desmiente los optimismos oficiales: vivir es caro y difícil. Pero que la gente salga a la calle como último recurso indica también que se han agotado los recursos anteriores. Por ejemplo, el Parlamento y el diálogo social.


Mala cosa que los ciudadanos no se sientan representados por su Parlamento. Y temo que una de las principales deficiencias de la democracia española en estos momentos es que ni los representantes representan a los representados, valga el trabalenguas, ni el Parlamento es un reflejo fiel del voto de los ciudadanos: cada día se hace más precisa una reforma no solo del Reglamento, sino también, consensuada, de la normativa electoral, incluyendo la parte constitucionalizada de la misma.


El hecho de que el próximo líder de la oposición vaya a estar ausente de las sesiones en el Congreso de los Diputados por no tener escaño en la Cámara Baja aumenta el desequilibrio al que me refiero: las sesiones de control parlamentario en el Congreso perderán gran parte del ya moderado interés que suscitaban unos intercambios verbales de sal gorda y para nada constructivos. Y la intención de Pedro Sánchez de convocar ahora el debate sobre el estado de la nación, que lleva siete años sin celebrarse, puede rozar el absurdo: sin que pueda responderle el líder del principal partido de la oposición, Alberto Núñez Feijoo, Sánchez se encontrará debatiendo sobre todo con Santiago Abascal, el líder de Vox, que quiere aprovechar el momentáneo vacío en el Partido Popular para erigirse en el campeón de la contestación al Gobierno. Una contestación que nunca es moderada ni equilibrada.


De hecho, consta que Vox es el inspirador y el organizador de bastantes de las manifestaciones callejeras que están ocurriendo estos días y también de las que ocurrirán en los próximos. El partido de la ‘derecha radical’ quiere erigirse en el portavoz de los descontentos, y lo va consiguiendo, es la verdad, con bastantes de ellos.


Ahora, las voces partidarias de acuerdos políticos transversales, es decir, de PSOE y PP, se hacen cada día más audibles en los dos grandes partidos nacionales. Creo que tanto Pedro Sánchez, variando su política de alianzas, que simplemente cada día funciona peor, como el recién aterrizado Feijóo, abandonando anteriores ardores guerreros, transitarán por este camino, cada día más ineludible --¿qué más tiene que ocurrir para que el Gran Pacto se aplace?--, dejando al margen a los extremos. Y esa, si llega el caso, será la buena noticia que nos estaban, nos estábamos, debiendo desde tiempos inmemoriales. Porque la protesta, siempre legítima, en la calle, es síntoma de que algo, o mucho, no funciona.

La gente protesta en la calle

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