Donde las dan, las toman

La guerra entre Rusia y Ucrania parece enquistarse, lo que para Putin supone un fracaso. Es difícil prever cuánto durará la guerra y quién la ganará o si la solución pasará por una mesa de negociación. Mientras tanto, Europa se prepara para un invierno difícil, donde poner la calefacción se va a convertir en un lujo y donde la inflación puede continuar como un caballo desbocado empobreciendonos aún más. Y lo que me llama la atención el cinismo de los países occidentales respecto a su relación con Rusia.
 

Por una parte imponen sanciones extremas a Rusia para ahogar su economía, con el resultado de que más que la economía rusa, están poniendo en jaque la economía occidental. Pero es que además se rasgan las vestiduras cuando Putin responde a las sanciones económicas impuestas a su país, con cortes de suministros de gas y de materias primas necesarias en Occidente.
 

Si no lo habían previsto nuestros dirigentes es que muy listos no son y si lo habían previsto tendrían que haber tenido un plan B, que a la vista está no tienen.
 

Lo que era evidente es que Vladimir Putin no se iba a poner a llorar y a “rendirse” por las sanciones sino que iba a responder con las armas que tiene a su alcance, y una de ellas es dejar sin calefacción a los europeos y a muchas industrias que necesitan del gas para poder producir. Se viene publicando que algunas empresas alemanas tendrán que echar el cierre si Rusia corta o ralentiza el suministro del gas.
 

Sinceramente eso de las sanciones económicas nunca termina de dar buenos resultados. Ahí están los ejemplos de Cuba y Venezuela, cuyos ciudadanos han sufrido lo indecible por las sanciones económicas pero sus regímenes dictatoriales siguen en pie. Y quién sabe lo que va a deparar el futuro, puesto que los gobiernos occidentales, la UE y Estados Unidos, además de estar fracasando en su estrategia de castigar económicamente a Rusia, hoy consideran a Putin un tipo impresentable pero mañana ya veremos como han demostrado en Venezuela o en Arabia Saudita. 
 

En cuanto a Estados Unidos, en fin, esta guerra les está dando réditos, sus grandes compañías de armamento están haciendo su agosto. Amén de que nos venden gas a los europeos y no precisamente a precio de amigos en apuros.
 

El negocio es el negocio. La prueba es el espectáculo del presidente norteamericano Joe Biden o del francés Macron y compañía de ir a rendir pleitesía a los reyes y jeques del Golfo, incluida Arabia Saudi, donde se han fotografiado con el, hasta hace unos meses, denostado príncipe heredero Mohammed Bin Salman, sobre el que recae la sospecha de estar detrás del asesinato del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi.
 

Arabia Saudi, junto a los países del Golfo, donde la democracia brilla por su ausencia, donde las mujeres son un cero a la izquierda, donde no hay libertad de nada, donde se pisotean a diario los más elementales derechos humanos.
 

Las relaciones diplomáticas y la política exterior están montadas sobre el cinismo y los intereses, pero lo que no cuela es que nos vendan a Putin como el más malvado entre los más malvados, y luego se fotografíen amigablemente con dirigentes que no le andan a la zaga simplemente porque necesitamos sus fuentes de producción energética para combatir a Rusia.

Donde las dan, las toman

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