Las clases presenciales

Dos organizaciones estudiantiles presentes en el claustro de la Universidad de Santiago señalan que la asistencia a las clases es muy baja debido a la forma en que se imparten. Consideran que no se fomenta la interacción con el alumno, aprecian falta de vocación docente de parte del profesorado, más inclinado a la investigación, y perciben que los profesores no atienden sus necesidades. “Resultan poco útiles, es mejor estudiar en casa que ir a las aulas para ver un powerpoint”.

La baja asistencia a las clases es un hecho constatado y el encierro durante la pandemia contribuyó a hacer más prescindible acudir a las aulas. Los estudiantes seguramente tienen parte de razón al pedir una renovación en la forma de impartir la docencia y abren un debate que debe ser motivo de intensas reflexiones para la institución académica y para los docentes.

El modelo tradicional de universidad está cuestionado en el mundo, sobre todo en USA donde se multiplican los campus con formación online, a medida y a distancia.

“Hemos enseñado a la gente de la misma forma durante los últimos 100 años, crecimos en este sistema que creemos normal, pero es una locura”, decía hace unos años David Roberts, de la universidad de Silicon Valley. “¿Para qué asistir a clase de lo que ya se sabe, por qué no convalidar esa competencia?, dice el rector de la Southen New Hampshire University -180.000 alumnos-, Paul Leblanc.

Las viejas universidades, añade Roberts, no quieren ofrecer sus contenidos online porque creen que nada puede igualar el cara a cara con el profesor en el aula. Ignoran la revolución que está sucediendo fuera, el aprendizaje online que irá mejorando”. Los programas académicos cerrados, sentencia, ya no tienen sentido porque los conocimientos se quedan obsoletos en los cinco años que duran los grados

Pero no todos piensan así. El profesor Nuccio Urdine, sobrecogido en la reclusión de la pandemia, escribió: “Me inspiran terror los elogios que están desgranando los corifeos de lo virtual y de la enseñanza telemática... El contacto con los alumnos en el aula es lo único que puede dar sentido a la enseñanza e incluso a la propia vida del docente… Nunca había imaginado clases a través de una fría pantalla”.

Dicho esto, la USC y los docentes deben intentar atraer a los estudiantes a las clases porque, vuelvo a Ordine, “las escuelas y las universidades, sin la presencia de alumnos y enseñantes se volverían espacios vacíos, privados del soplo vital”.

En mi época de universidad ese soplo vital venía de profesores como Eiras Roel, Otero Tuñez, Pilar Torres, Carlos Baliñas o Viña Liste que poseían “muchos saberes” y sabían transmitirlos. Se aprendía mucho en sus clases.

Las clases presenciales

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