Casado: despedida honorable

En las amargas horas del acoso y derribo al joven líder del PP, alguien hizo la frase definitiva, la que mejor describe la subida al Gólgota de Pablo Casado: “Teo es lo peor que te ha pasado”. Es la síntesis del drama. Y tal vez único atenuante, a modo de consuelo, en el ejercicio de su liderazgo híbrido hasta el congreso extraordinario del 2 de abril.


No es el único lema circulante en el malogrado esfuerzo de entender el absurdo suicidio a cámara lenta del principal partido de la oposición por un no menos absurdo choque de la dirección nacional con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Véase éste: “Casado llegó demasiado pronto a un puesto de tan alta responsabilidad”.


El fallido líder del PP es hijo de las primarias, no del escalafón. Rajoy nunca lo hubiera designado como sucesor. Por tanto, nunca la inexperiencia del líder se hubiera unido al agresivo engreimiento de un número dos deshabitado de memoria. Resultado: ambos acabaron divorciados de la realidad.


El ordeno y mando de Teodoro García Egea había dejado un invisible rastro de agravios en lo que se presentó entonces como una reconfiguración territorial del PP. Todos a la vez se hicieron visibles cuando, en nombre de Casado, el secretario general quiso sofocar la rebelión contra ambos mediante burdas maniobras de última hora, tras el cruce de acusaciones escasamente documentadas (espionaje y ejemplaridad) entre la dirección nacional de Génova y la presidenta madrileña.


Como en la secuencia de acontecimientos el primero en caer fue Egea, Casado pudo hacer valer su derecho a una muerte política digna. No pidió demasiado: devolver el cargo a quienes se lo dieron: los compromisarios de un congreso nacional (julio 2018) que le eligieron en competencia con la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, aunque ésta había ganado las primarias entre los militantes de base.


La previa dimisión de García Egea hizo posible la salida digna y estatutaria que merece Pablo Casado. Pero aún desalojado de la ecuación, el número dos siguió enredando desde los medios. En una entrevista televisiva volvía a perjudicar a su jefe político sugiriendo que la candidatura de unidad de Feijóo podía toparse con un Casado dispuesto a resucitar, como Sánchez en el PSOE. Pero Casado ha garantizado que no hará tal cosa. Así, los cuadros dirigentes del partido un tuvieron inconveniente en aceptar que su líder se despida en el congreso de abril bajo palabra de no presentar candidatara alternativa a la del presidente gallego.


Es justo y necesario despedir honorablemente a Casado. Una dimisión abrupta, al hilo del drama representado estos últimos días, se hubiera interpretado como una destitución por acorralamiento. Con el escarnio correspondiente, que hubiera sido vergonzante, injusto e incensario. 

Casado: despedida honorable

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