Ataviado con pantalón gris y chaqueta de punto negra, Yacob Moshe tenía ayer una misión en Jerusalén: rezar junto a cientos de miles de ultraortodoxos judíos para pedir perdón a Dios y que este derogue el proyecto de ley que el Gobierno de Israel prepara para reclutar a los jóvenes de esta comunidad. “Hemos venido para pedir a Dios que anule el decreto”, explicó entre un oscuro mar de levitas y sombreros negros.