Guillermo-Alejandro y Máxima de Orange se convirtieron ayer en los nuevos reyes de los Países Bajos, tras la abdicación de la ya princesa Beatriz y en una emotiva ceremonia en la que los tres protagonistas dejaron ver su cercanía con miradas y sonrisas cómplices.
“Juro que defenderé y guardaré siempre, con todas mis fuerzas, la independencia y la integridad del territorio del reino”, dijo el rey de Holanda ante los Estados Generales (parlamento), el resto de las autoridades del país y los dignatarios.
Tras la firma del acta de abdicación por la ya princesa Beatriz, la comitiva real y sus 2.400 invitados se trasladaron a la Nieuwe Kerk. Allí Guillermo Alejandro, que portó sobre el frac el manto de investidura, una prenda que todos los monarcas holandeses han vestido desde 1815 y sin ceñirse la corona, fue investido rey de los Países Bajos por los Estados Generales, 150 diputados y 75 senadores, que con la excepción de 16, prometieron de nuevo la Constitución.
Frente a los tronos se situaron las insignias reales (el cetro, el globo imperial, la espada real y el estandarte), confeccionadas en 1840 y símbolo del poder y la dignidad del rey.
En lugar preferente y frente a Guillermo Alejandro y Máxima se situó a la princesa heredera, Catalina-Amalia, de 9 años, sentada junto a su abuela la princesa Beatriz, y sus hermana.
“Mi madre ha sido monarca, esposa, madre e hija, y no ha fallado en ninguna de sus responsabilidades”, afirmó el rey holandés. De la ya princesa de los Países Bajos, su rey dijo que “su sabiduría y calidez me acompañarán siempre”.
La atenta mirada de la reina Máxima, en ocasiones visiblemente emocionada, siguió en todo momento las palabras de su esposo.