Aumentan a más de 420 los muertos por el tsunami que azotó Indonesia

Aumentan a más de 420 los muertos por el tsunami que azotó Indonesia
Los residentes locales caminan entre los escombros en un área de Indonesia que quedó devastada tras el tsunami | ADI WEDA (efe)

La incesante lluvia dificultó ayer las labores de los equipos de rescate de Indonesia que registran palmo a palmo el litoral del estrecho de Sonda azotado el pasado sábado por un tsunami, cuyo último balance de víctimas aumentó hasta los 429 muertos y 154 desaparecidos.


Con guantes para evitar cortes, una patrulla de oficiales de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres (BNPB) levanta uno a uno los trozos de madera y hojalata que hasta hace poco formaban una cabaña turística en la playa Carita, en la parte noroccidental de la isla de Java.


“Hoy, hasta el momento, no hemos encontrado ningún cadáver. Ayer encontramos aquí dos entre los escombros. Revisamos la zona por si se nos hubiera pasado alguno o por si el mar devuelve algún cuerpo sin vida”, declaró el responsable de la brigada, Hawasi quien, como muchos indonesios, solo tiene nombre.

Milagro

El oficial concedía escasas posibilidades de encontrar a algún desaparecido con vida aunque se aferraba a que “los milagros existen”. Centenares de humildes hogares han quedado reducidos a un amasijo de escombros, mientras los edificios construidos con mejores materiales soportaron en su mayoría el envite de las aguas.


La violenta erupción del volcán Anak Krakatau, a unos 50 kilómetros mar adentro desde la playa Carita, provocó la noche del sábado un corrimiento de tierra que creó olas de entre 2 o 3 metros de altura y que tardaron 25 minutos en llegar a la costa.


El tsunami sorprendió a muchos visitantes en las playas de este enclave, promocionado como destino turístico por el Gobierno. La silueta del Anak Krakatau, “hijo” del célebre Krakatoa que en 1883 causó más de 36.000 muertos tras volatilizarse en una de las explosiones volcánicas más destructivas jamás registradas, es apenas apreciable desde la costa, pero su presencia impone respeto entre los residentes locales.


“Las autoridades nos han recomendado que por el momento abandonemos el hogar. Mi mujer e hijos se han ido con familiares, pero yo he decidido quedarme para cuidar de nuestras pertenencias”, apuntó Heru Ratmiyanto.
Más de 16.000 personas han sido trasladadas a campamentos temporales en lugares elevados ante la amenaza de que una nueva explosión del volcán provoque un segundo maremoto.


Por la estrecha carretera que bordea los más de 100 kilómetros de la costa javanesa es incesante el tránsito de ambulancias, furgonetas de los organismos de emergencias, camiones militares, coches de policía y vehículos cargados con provisiones.


En la población de Labuhan, centenares de personas se agolpan sobre el suelo en esterillas colocadas en uno de los edificios habilitados como centro para desplazados. 


“La ola me tiró de la moto. Aún no sé muy bien cómo escapé, pero salí corriendo para avisar a mi mujer, coger en los brazos a nuestro bebé y alejarnos de la costa hacia un lugar elevado”, recordó Egy, de 24 años y conductor de profesión. 


“No nos queda nada. Hemos perdido todo”, le secundó con un lamento su mujer, Anisa.


Las autoridades, que en un principio confundieron el tsunami con una fuerte marejada, señalan que el país no cuenta con sistemas de alerta de tsunamis provocados por un volcán. 


Además, admiten que las boyas colocadas para detectar una repentina subida de las olas no funcionan desde 2012 por culpa del vandalismo, la falta de mantenimiento y de fondos.

Aumentan a más de 420 los muertos por el tsunami que azotó Indonesia

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