Los trabajos de derrumbe de la vivienda de Reza comienzan entre los policías antidisturbios

Maquinaria pesada y grúas invadieron ayer la casa de la parroquia ourensana de Reza, sobre la que pesa una orden de derribo, y esto ocurrió con el inicio de los primeros trabajos de demolición, después de unos últimos días de tensión para la familia, que vieron cómo se hace añicos el hogar que levantaron hace 23 años.
La demolición de la galería y ruidos procedentes de la rotura de cristales eran la única evidencia que tenían la familia y los informadores de que habían comenzado las obras, ya que un amplio dispositivo integrado por policías antidisturbios impedía el acceso a la misma y a los alrededores salvo a una zona acotada, que era la única en la que permitían realizar imágenes.
Mientras, la propietaria, Rosa Alonso, y su pareja, Miguel Fernández, tratan de agotar recursos para impedir que se consume la demolición de esta vivienda, después de 23 años de problemas y enfrentamientos con un vecino, que impulsó la denuncia que culminó en una sentencia judicial que ordena su demolición.
Tras consumarse el desalojo de la vivienda, la familia acudió al Seprona para que fuesen a comprobar el estado de las obras, dada la proximidad de vegetación y árboles que consideran de “incalculable valor”. El objetivo: conseguir la paralización del derribo de la vivienda. Además, el abogado dio a conocer que solicitará una “medida cautelar” para obtener la suspensión inmediata de la orden de derribo, al entender que dichos trabajos se realizan “sin la previa y preceptiva aprobación del proyecto de demolición”. Por el momento, el alcalde ourensano Agustín Fernández, objeto de las críticas de los que se oponen al derribo, aprobaba el martes el inicio de los trabajos de derrumbe con el fin de “cumplir la orden judicial”, del que ha responsabilizado al vecino denunciante, cuya vivienda también carece de licencia.
Desde que trascendió el conflicto, las muestras de solidaridad no dejaron de suceder en Reza. Precisamente, a medida que se conocía que iban a llegar antidisturbios, amigos, parientes y vecinos de la familia optaron por pasar la noche en la vivienda, vacía de enseres y mobiliario, en colchones colocados y en sacos de dormir.