Las ruedas de afilar que hicieron girar Galicia

Las ruedas de afilar que hicieron girar Galicia
El escultor Florencio de Arboiro, posa con una de las piezas de su museo, durante la entrevista con Efe, antes de la inauguración del V Congreso de Patrimonio Etnográfico celebrado en la Facultad de Educación del Campus de Ourense. EF

 "Los arreadores recorrían los maquinos con sus gacheiras para ganarse el brote", o lo que es lo mismo, si lo traducimos del barallete, jerga de los afiladores, al español, "los afiladores recorrían los caminos con sus ruedas de afilar para ganarse el pan".

Al menos así define este oficio el escultor Florencio de Arboiro (Arboiro,San Xoan de Río, 1945), un artista que conoce bien este trabajo. Hace más de tres décadas, explica Arboiro en una entrevista a EFE, comenzó a coleccionar y restaurar ruedas de afilar con la intención de sacar del olvido esta industria ambulante de la que vivieron muchas comarcas de Ourense.

Considera estas piezas un auténtico reflejo de la cultura del interior de Galicia, una riqueza que protagoniza el V Congreso de Patrimonio Etnográfico y que reúne durante cinco días -del 9 al 13 de octubre- a estudiosos del tema en la capital de As Burgas.

Pero ¿cómo surge el interés de Arboiro por estos singulares elementos? De la mano de su trabajo como escultor "empecé en el mundo de la colección". Pero la tradición familiar también tuvo algo que ver: "soy bisnieto de afiladores".

Según se adentraba en este mundo se dio cuenta de que "apenas quedaba testimonio recopilado" de un oficio que marcó la historia de Galicia, concretamente de Ourense y más en detalle "en zonas desde Pereiro de Aguiar hasta Trives, aunque mucho menos frecuente en O Carballiño o Celanova". Por eso se propuso "dar su lugar" a la profesión. Así, a lo largo de 30 años "entre ruedas, bicicletas y motos" ha reunido "más de 200 piezas" que expone en la Casa da Roda de San Xoan de Río (Ourense).

Aunque la "poca memoria literaria" que existe sobre este tema "dificulta determinar la antigüedad" o establecer un estudio cronológico de las piezas, sí que retratan la idiosincrasia de un pueblo a través de su profesión.

"Los afiladores recorrían pueblo a pueblo paso a paso para ganarse el pan. Como todos los trabajos ambulantes era sacrificado, pero era el medio para sacar a sus familias adelante", explica el coleccionista.

Una tradición que muchas veces pasaba de generación en generación, pero con el transcurso de los años "los padres aspiraban a que sus hijos prosperasen" al conocer de primera mano lo duro de un oficio que "ya Goya recogía en sus cuadros y grabados".

Aunque los propios afiladores no tenían en la mejor de las consideraciones a su oficio por su carácter itinerante, realmente se convirtieron en "transmisores de noticias que se formaban en la universidad de la vida". Además, fueron el "motor económica" de muchas zonas, al menos en la provincia de Ourense.

Pasar mucho tiempo alejados de su casa y compartir tabernas y posadas con otros "colegas" propició la aparición de un nutrido "argot" de la profesión conocido como "barallete". Se trata de una "jerga muy antigua que se perdió al mismo ritmo que la profesión". En su desaparición también influyó que "en la televisión ahora se verá el fútbol, pero no interesa el barallete, ni la tradición de los afiladores", subraya irónico y crítico Florencio de Arboiro.

Si bien muchas de las nuevas generaciones no reconocerán el sonido del genuino del "chiflo" que precedía al grito de "afilador" por calles de villas y ciudades ourensanas, todavía queda quien trabaja para que el oficio no quede relegado al olvido.

Desde este Congreso de Patrimonio Etnográfico con expertos de España, Francia, Italia o Portugal o la edición de una recopilación de barallete en la revista de la Asociación Ben-Cho-Sey, hasta documentales como "A última viaxe do afiador" o la emisión del primer sello español con una rueda de afilar permiten conservar al menos parte de este legado.

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