Ferrol, ciudad imposible

Ferrol, ciudad imposible
El castillo de San Felipe, símbolo de la lucha de los ferrolanos archivo ec

Que en más de 35 años de democracia tan solo haya habido un gobierno de mayoría en Ferrol resume en gran parte la situación de una ciudad que, pese a las sucesivas e intensas crisis que ha vivido, y que continúa viviendo, parece resistir. La resistencia, para un vecino de esta urbe, no parece ser otra cosa que ley de vida, como si nacer y vivir aquí conllevase implícitamente ese condicionante.

precaria herencia
El año que comienza es, al menos en lo político y en lo social, heredero de lo acontecido en 2016. La ruptura de un gobierno precario, que pese a la suma de Ferrol en Común –lo que en otras ciudades son las mareas– y un PSOE cuestionado por el particular liderazgo de Beatriz Sestayo, no alcanzaba tan siquiera la mayoría necesaria para gobernar, no es un hecho específicamente nuevo.
Se vivió idéntica situación en 2007, cuando el frágil equilibrio entre los socialistas y Esquerda Unida se fue al traste tras apenas trece meses de difícil, y tensa, cohabitación.
Idéntica, o parecida, situación se vivió en 2016, aunque con los sumandos invertidos por ser un miembro de Esquerda Unida, Jorge Suárez, el que se hiciese con la Alcaldía gracias al apoyo de socialistas y nacionalistas, aunque estos últimos no entrasen en el tándem del Ejecutivo local.

gobernabilidad
La cuestión es saber si, con un gobierno más minoritario que nunca, compuesto por cinco miembros de Ferrol en Común y dos procedentes del PSOE de Beatriz Sestayo, es posible abordar las mínimas necesidades de una gobernabilidad que, en realidad, nunca existió pese a las continuas manifestaciones a favor del diálogo y la cooperación.
Ni uno ni la otra han existido ni tan siquiera cuando, se supone, iban en el mismo carro. No digamos ahora cuando la izquierda, como ha sucedido siempre, reflejo de lo que sucede en el resto del país, continúa no solo dividida sino en abierto enfrentamiento.
Si en más de un año de gobierno conjunto, este no fue capaz de presentar un mínimo esbozo de presupuestos municipales, ¿qué posibilidades tiene Suárez de, no solo presentarlos, sino de conseguir que sean aprobados bajo la perspectiva de un diálogo nulo e ineficaz?

el pp saca provecho
Solo el PP, que se quedó en 2015 a dos ediles de repetir la mayoría absoluta del ahora conselleiro de Política Social, José Manuel Rey –el primero en lograrla–, saca provecho de una izquierda atomizada y además, ahora más que nunca posiblemente, que no es capaz de hallarse a sí misma.
La marcha de dos de los ediles que inicialmente tomaron posesión por FeC en 2015, la de un independiente por el PSOE, nada tienen que ver con las que han protagonizado, por cuestiones de índole política o personal estrictamente, otros tres del PP. Sobre estos últimos no recaía precisamente la obligación de gobernar, a diferencia de los demás.

la soledad de suárez
Jorge Suárez, al que la inexperiencia y la “soledad” continúan pasándole factura, no solo lidera un gobierno débil en materia de números. El año en curso debería servir al menos para demostrar a la ciudadanía que si hay necesidades, y compromisos, estos se pueden llevar adelante.
Claro que para el alcalde “activista”, como él mismo se definió desde un principio, en un evidente alarde de separar la cuestión estrictamente política de la cívica o social –si es que tal posibilidad existe–, el diálogo no solo es imposible sino inalcanzable. Y no solo por su parte.

el peor psoe
El PSOE de Sestayo, cuyos resultados electorales fueron los peores registrados por los socialistas en toda la historia ferrolana, está más lejos que nunca de respaldar unos presupuestos que se encuentran prorrogados desde 2015. Y los dos votos del BNG, sumandos necesarios e imprescindibles para lograrlos, se sustentan en una oposición que, como hacen los populares, rentabiliza la inacción de gobierno a marchas forzadas. Suárez, además, ha alimentado como ningún otro la incredulidad y el escepticismo ciudadano. Y no solo el del electorado contrario sino también, en buena medida, el del suyo propio.
Que fuese capaz de decir en una misma semana, tras meses asegurando que los presupuestos municipales eran un hecho, que finalmente no se presentarían una vez consumada la ruptura de gobierno, que serían de mínimos y, posteriormente, algo que nunca se manterializó, que los presentaría, corrobora un estado permanente de indefinición caracterizado, salvo en apartados concretos de su gobierno como es el caso de la cultura, por la desconexión con la realidad y por un hálito de autoconfianza que no logra convertir hechos mínimos en realidades prácticas y necesarias en una ciudad que continúa aspirando a resolver demandas históricas que arrastran décadas de retraso con respecto a las otras grandes urbes gallegas.

falta de liderazgo
Que Ferrol ha pasado de ser una ciudad a ser un pueblo grande se percibe en esa falta de liderazgo que caracteriza la mediocridad allá donde lo que urge es la acción.
A día de hoy, y pese a las reiteradas promesas, continúa sin conocerse absolutamente nada de los presupuestos municipales de 2017. Cuando la lógica, y la necesidad, habrían de impelir al diálogo como paso previo a su hipotética aprobación, lo que prima es dejar aquél para la secuencia posterior, la de la presentación de un documento que, indefectiblemente, será rechazado por el resto de los grupos políticos, lo que condena a la ciudad a un estado de persistente inactividad política.

peatonalización
No son solo los presupuestos. Cuestiones como la peatonalización total del casco histórico de la urbe naval, que conlleva la rehabilitación de la plaza de Armas en donde se ubica la casa consistorial y la consecuente desaparición del aparcamiento subterráneo, contestada por vecinos, hosteleros y comerciantes, la recuperación del barrio primigenio –Ferrol Vello, con calles en ocasiones valladas por su estado ruinoso–, la conclusión del saneamiento integral de la ría –sempiterna aspiración aunque en vías, por fin, de solución-, se suman a un rechazo frontal del gobierno a actuaciones ya en curso, como la del inmediato inicio de las obras del tren al puerto exterior de Caneliñas.
No se avanza y, además, se retrocede, o se frena –para los más críticos con su gestión (¿la hay?, se preguntan)– a la más mínima oportunidad todo cuanto suponga dejar en evidencia ese estado de precariedad insípida que hace primar las ideas sobre lo práctico y necesario.

Ferrol, ciudad imposible

Te puede interesar