El viaje espacial de la perrita Laika cumple sesenta años

El viaje espacial de la perrita Laika cumple sesenta años
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Laika, una perrita recogida en las calles de Moscú, se convirtió hace 60 años en el primer ser vivo en orbitar la Tierra en un histórico vuelo sin retorno que abrió las puertas del espacio a la humanidad.
Había transcurrido apenas un mes desde el lanzamiento del Sputnik, el primer satélite artificial de la Tierra, y los científicos soviéticos ansiaban conocer cómo se comportaría un ser vivo en condiciones de ingravidez, con vistas a enviar a un hombre al espacio.
Con anterioridad se habían realizado experimentos con animales, con monos en Estados Unidos y perros en la Unión Soviética, pero solo en vuelos suborbitales.
Debido al diseño del Sputnik 2, el perro debía pesar entre 6 y 7 kilos, tener no más de 35 centímetros de alzada a la cruz, ser callejero –los de raza no son tan resistentes–, y de piel clara, ya que los expertos consideraban que se le vería mejor en las imágenes de los monitores. Por razones de espacio e higiene se daba preferencia a las hembras: a diferencia de los machos no levantan la pata para orinar, lo que facilitaba la colocación de un sistema sanitario.
Era un vuelo sin retorno: el diseño del aparato, que contaba con un dispensador de comida y un sistema de regeneración de aire calculado para siete días, no permitía su regreso al planeta Tierra.
Tres perritas eran las candidatas principales para ocupar el habitáculo del Sputnik 2: Albina, con dos vuelos suborbitales ya en el lomo, y Muja (Mosca), una novata al igual que Laika.
Albina fue indultada en virtud de los servicios prestados a la ciencia, y Muja, que tenía las patas delanteras ligeramente arqueadas, por lo que no salía favorecía en las fotografías, fue empleada para probar los equipos, así que Laika fue la elegida.
“Lo importante era hacer todo para el futuro vuelo del hombre al espacio, Había que ensayar, hacer sacrificios. Pero antes del vuelo de Laika incluso yo lloré. Todos sabíamos que moriría y le pedimos perdón”, recordó la doctora Adilia Kotovskaya. l

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