Los vascos asisten con frialdad al fin de ETA tras siete años de adaptación a la vida sin violencia

Los vascos asisten con frialdad al fin de ETA tras siete años de adaptación a la vida sin violencia
La llamada “Declaración de Arnaga”, conclusión del encuentro internacional sobre el fin de ETA celebrado el viernes en Francia | efe

La sociedad vasca contempla con interés y cierta frialdad el fin de ETA después de siete años de adaptación a la vida sin violencia, con la situación económica como principal problema acuciante que resolver.

Con ETA inactiva, la sociedad vasca relegó rápidamente el problema del terrorismo en la pirámide de sus preocupaciones, en cuya cúspide se situaron las cuestiones relacionadas con el empleo y el bienestar, según confirman todos los sondeos de prospección sociológica publicados en los últimos siete años.
El anuncio del cese de la violencia en 2011 impactó en una Euskadi que luchaba contra una tasa de desempleo por encima del 11%, más del doble de la que registraba antes de la crisis económica. En el primer trimestre de 2008, justo antes del derrumbe, la EPA arrojaba una tasa de paro del 5,62% en la próspera Euskadi. Durante estos siete años, la recuperación económica se convirtió en el primer reto de los vascos, que llegaron a ver tasas de desempleo desconocidas, por encima del 16% en el primer trimestre de 2015.

Cuando ETA anunció su cese, la economía vasca crecía un 0,6%, aunque llegó a conocer posteriormente una recesión de hasta el 4%. Siete años después el PIB de Euskadi crece un 2,9% (2017) y la tasa de desempleo se sitúa actualmente en el 10,76%, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicados en abril. Con este panorama, ETA pasó de ser la principal preocupación de los vascos (39%) en 2001 hasta convertirse en un problema residual, citado por el 1% de los encuestados por el Sociómetro Vasco, que elabora el Gobierno Vasco, de septiembre de 2016.

Un dato confirmado por el Euskobarómetro (un sondeo elaborado por la Universidad del País Vasco) de diciembre de 2017, en el que la preocupación por la violencia, la pacificación y los presos se situaba también en el 1 %. En estos siete años, Euskadi conoció también otro efecto de la normalización, la eclosión definitiva del turismo. En 2011 ya había batido todas las marcas, al acoger a 2,4 millones de visitantes, pero sin el lastre de ETA, entre otros factores, la cifra se disparó en 2017 hasta los 3,6 millones, hasta el punto que el debate ahora se centra en cómo hacer “sostenible” la masiva llegada de turistas.

“Hoy por fin se disuelven. Por la tarde iré a nadar”, fue el mensaje que el escritor Fernando Aramburu, uno de los notarios literarios que radiografió la brecha que la organización terrorista abrió en Euskadi, publicó en Twitter el jueves. Como a él, a la gran mayoría de los vascos el fin de ETA les pilló en medio de sus quehaceres diarios. Así, la desaparición de ETA ni siquiera mereció un puesto de honor entre las etiquetas más populares de la red social.

Los vascos asisten con frialdad al fin de ETA tras siete años de adaptación a la vida sin violencia

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