Un oro el doble de bueno

Un oro el doble de bueno

No lo llamen oro, llámenlo milagro. El ‘maratonista’ Rafa Nadal y Marc López se colgaron uno de los oros más meritorios de nuestra historia olímpica. Unas circunstancias complicadísimas: fatiga (dos horas antes había terminado un durísimo partido de cuartos del cuadro individual) y una ampolla en un dedo del pie de la quinta raqueta mundial y una pareja de excelentes doblistas enfrente lo certifican.
El dúo español arrancó en quinta. Conservando su servicio y amenazando seriamente el de los rumanos desde el primer juego. Aunque no fue hasta el quinto cuando consiguieron quebrarlo, el posterior de Nadal sirvió para poner el 4-2 y proa hacia el 1-0. En el siguiente, Mergea lo cedió y Marc cerró con el suyo un inapelable 6-2.
Dialogando antes de cada punto, Nadal y López daban la impresión de un equipo sin fisuras, aunque tal vez hubiese sido mejor ganar la primera manga por 6-3 y comenzar la segunda sirviendo. Lo hicieron sus rivales, ahora conscientes de que tenían que apretar el acelerador. Mergea mejoró un mundo y Tecau siguió siendo un muro en la red, mientras que Marc bajaba su nivel y Rafa (a)parecía cansado y con dificultades para cerrar huecos ante los latigazos de Mergea y las voleas de Tecau. 
En el cuarto juego, con Marc López al servicio, lograron su primera rotura (3-1). En el siguiente saque del catalán, los rumanos pudieron cerrar el set, pero dejaron escapar dos bolas para hacerlo. Con 5-3 y Mergea sirviendo, Rafa y Marc llegaron a ponerse 0-40, pero Tecau se agigantó en la red para cerrar el 6-3 y dar paso a un tercer set que se presumía de infarto.
La presión se notó especialmente a la hora de sacar, con los cuatro finalistas pasando apuros a la hora de servir. Con 2-2 en el marcador, los españoles desaprovecharon cinco opciones de rotura con Mergea, ya visiblemente agarrotado mentalmente, poniendo la bola en juego en juego que fue, de muy largo, el de mayor duración del partido. En una de ellas, una volea fácil que López estampó en la red, avisó de lo que sería el tramo final: un cara a cara entre Nadal y Tecau.
El zurdo de Manacor, crecido, celebrando cada punto como si fuese el último con su grito de guerra “¡Vamos!”, animando a su compañero, sobre todo tras perder su saque y poner a España al borde del abismo (3-4) y siendo clave en el contrabreak (4-4), mantuvo su último servicio de la final y puso a los rumanos contras las cuerdas (5-4). La responsabilidad fue para un Mergea reducido prácticamente a la mínima expresión. Y cuando Nadal huele sangre, estás muerto. 
Aunque los nuevos campeones olímpicos dejaron escapar un suculento 15-40, que sus rivales enjugaron en parte por la excitación de su rivales ante la inminente gesta, con Rafa y Marc en ventaja Mergea mandó un remate fuera y a dos grandes amigos a lo más alto de podio. Memorable.

Un oro el doble de bueno

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