Recuerdos familiares de tres generaciones y memoria histórica al ritmo que marcan las agujas de calcetar

Recuerdos familiares de tres generaciones y memoria histórica al ritmo que marcan las agujas de calcetar
el ideal gallego-2020-01-10-036-8c193210

Un ritmo marcado por las agujas de calcetar y una apuesta por la necesidad del recuerdo marcan el nuevo texto teatral de la dramaturga y escritora Carmen Abizanda, que presentó ayer en la librería Formatos.

Se trata de “La niña que sonreía en el ascensor” una pieza que habla de “la relación entre tres mujeres de una misma familia, la abuela, la hija y la nieta, a lo largo de un periodo de la historia, que va desde la Guerra Civil hasta la Transición”, explica la propia Carmen Abizanda.

Con este contexto fijado, la autora trata “la memoria histórica y la memoria, porque el abuelo es víctima de la represión”. En la obra, la nieta trata de “reconstruirse” a partir de “bucear” en los recuerdos familiares y “tratando de recuperar, o rehabilitar, la memoria de su abuelo”. Pero, tal y como explica su autora, esto solo es el marco, ya que lo “significativo” de esta historia “es la relación entre las tres mujeres”.

Se trata del regreso a la escritura teatral de Abizanda, tras la publicación de una novela hace casi dos años. “El teatro es uno de los géneros que reúne a la gente, como una asamblea, y comparten  una experiencia única e irrepetible, porque cada función es distinta”, señala la dramaturga al explicar su amor por el teatro, el cual, “no he perdido nunca”. Además, Abizanda es profesora de la Escuela de Arte Dramático de Galicia (ESAD), de literatura dramática, por lo que el contacto con el teatro es su “día a día”.

Origen

“A veces no sabes muy bien el momento justo en el que surge algo”, comenta sobre la idea original de esta obra. Pero sí que indica que quizá esté en sus recuerdos, ya que una de las ideas que vertebra la obra, la calceta, fue surgiendo en su cabeza escuchando ese ritmo de los sonidos de las agujas, “que yo escuchaba a mi abuela y a su hermana”.

El texto teatral tiene “entidad literaria” por sí mismo, pero no se completa hasta que se consigue llevar a escena. ”A mí me encantaría que alguien representase mi texto, pero supongo que eso está en manos de otros”, comenta la autora.

Son, según Carmen Abizanda, los directores, los actores y, por ende, todos los participantes que conforman una obra teatral, los que “dan carácter a un texto” al llevarlos sobre las tablas: “Yo solo lo he escrito”.

Recuerdos familiares de tres generaciones y memoria histórica al ritmo que marcan las agujas de calcetar

Te puede interesar