Daniel Innerarity | “El principal déficit de la política actual es que no hay quien la entienda”

Daniel Innerarity | “El principal déficit de la política actual es  que no hay quien la entienda”
En el centro, el filósofo Daniel Innerarity durante la presentación en la Fundación Luis Seoane | Javier alborés

La democracia es una forma compleja en sí misma que no debería caer en su simplificación, y esto es lo que trata de dirimir el filósofo Daniel Innerarity en su nuevo libro, “Una teoría de la democracia compleja”, que presentó ayer en la Fundación Luis Seoane, junto a su directora, Silvia Longueira..  

 

¿De dónde nace la necesidad de escribir sobre la simplificación de la democracia?

Es un libro en el que llevo trabajando 20 años y que surgió de una hipótesis y es que me daba la impresión de que había dos tipos de problemas en la democracia contemporánea, uno teórico y otro práctico. El primero es que la mayor parte de los conceptos utilizados en política han tenido muy poca revisión en los últimos 300 años. El segundo es que hay mucho actor político que  simplifica el campo de juego, establece antagonismos y oposiciones binarias para simplificar el campo de tal manera que le proporcione una ventaja en la competición política. Pero el libro no se refiere a ningún caso concreto, sino que se refiere a una característica de todas las democracias del mundo.

 

¿Y cuáles serán las consecuencias de esta simplificación?

La inicial es que, al no entender nada, la gente no podemos ejercer ese principio fundamental del autogobierno democrático que es que las personas somos quien observamos, juzgamos, criticamos y decidimos. Para eso hace falta entender la política y, en este momento, el principal déficit de la política es un déficit de inteligibilidad, que no hay quien la entienda.

¿Pero hay soluciones?

Hay soluciones a aspectos parciales de esa crisis. Resumiendo, diría que es fundamental que la política recupere capacidad estratégica y que, en lugar de ser una competición por las ventajas inmediatas, introdujera también dimensiones con la atención al largo plazo y a sus efectos. Solo con que el instante presente deje de ser el rey y señor de la escena y dejáramos que interviniera un plazo de tiempo más largo, daríamos lugar a una política más cooperativa y menos competitiva.

 

¿Esta simplificación está también detrás del posicionamiento extremo, de eso que se ha llamado “hooliganismo” político?

Sí, sin duda la crispación, la polarización... todos estos fenómenos que le dan un mayor protagonismo a aquellos que son más fanáticos en su posicionamiento político, es causa y efecto de este sistema político que tenemos, que gira mucho en el aspecto competitivo, electoral, y muy poco hacia la dimensión de Gobierno. Es como si todo fuera campaña electoral, no solo cuando en periodo de campaña, sino también cuando se gobierna.

 

Señala en un pasaje que no estamos ante una nueva oleada prefascista, a pesar del aumento claro de la extrema derecha.

Lo digo en el sentido de que me parece un error de diagnóstico pensar que se están repitiendo, como se dice, condiciones muy similares a las de los años 30 en la república de Weimar, todo lo que fue el preámbulo de los fascismos, de los totalitarismos del siglo XX. Me parece que la historia no se repite exactamente y que hay muchas cosas que están pasando que son una novedad respecto de aquello. Esa idea de pensar que los problemas vuelven cíclicamente nos impide entender el carácter inédito de algunas de las situaciones en las que nos encontramos, por lo tanto no le damos la solución adecuada.

 

¿Nos escondemos en ese discurso para no analizar las causas actuales?

Sí, digamos que nos resulta cómodo volver a repetir diagnósticos de otro tiempo a situaciones que en parte han cambiado, y en parte siguen siendo iguales. Se repiten como lugares comunes. Pero lo que tenemos que hacer es un mayor esfuerzo de análisis para entender lo que está pasando a día de hoy

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