Las ventajas de los tacones lejanos

Las ventajas de los tacones lejanos

Hay mujeres que aseguran que después de años y años cabalgando sobre alturas de seis a nueve centímetros, su cuerpo ya está mimetizado al tacón de aguja hasta el punto de que no son capaces de andar descalzas. Sin embargo, el jefe del servicio de Reumatología del Chuac, Javier de Toro, asegura que eso no es bueno. La morfología se altera. Las rodillas se quedan en la retaguardia, “se desplazan hacia atrás” y la columna se adelanta: “Ellas padecen de artrosis antes que la población general” por posturas antinaturales. 
Además, los tendones se acortan al final de los gemelos y esa es la razón de que “si les sacas los tacones, se van hacia atrás”. El especialista del hospital de As Xubias afirma que el zapato ideal no es plano, sino que sube el talón entre uno y dos centímetros. Los que tienen este pequeño repunte trasero son los únicos que invitan a seguir el camino de baldosas amarillas: “Te empujan a caminar”. 
Si además, la suela es ancha y amortigua, mejor aún porque la extremidad descansa sobre un lecho mullido. Es por eso que De Toro señala que las alturas no son buenas ni malas, siempre que no se abuse: “Los pies son algo extraordinario, que reparten parados un 60% del peso al talón y el 40% al antepie”. Cuando uno incia una andareta, la balanza se desnivela y se concentra en la parte trasera, se talonea en un 90%, “lo bajamos y al revés, lo levantamos y apoyamos la delantera”. 
Con tacones, el cuerpo lucha por mantener el equilibrio: “Los seis centímetros hacen que te tires a la piscina” y los efectos son palpables en la unidad del hospital. Las mujeres que no se apean de ellos tienden a sufrir hiperlordosis lumbar y lumbalgia. Cuenta el médico que en Estados Unidos, las trabajadoras llevan tiempo en pie de guerra para revelarse contra una imposición que pone en riesgo su salud: “Las expertas en Bolsa se han manifestado descalzas porque entienden que no se puede promover la utilización de algo que es perjudicial”. 
Así es que la mayoría llevan dos pares. Es como cuando toca ir de boda y muchas invitadas se reservan una alternativa cómoda para el baile: “Se ponen tacones en el puesto de trabajo, pero los cambian por los playeros para andar”. Porque un zapato plano del todo tampoco es recomendable, en la batalla entre el pie y el calzado, el reumatólogo lo tiene claro: “Siempre gana el segundo”. Hay que tener en cuenta que cada estación reclama un tipo u otro y la extremidad se desnorta, pero se acaba adaptando. A la hora de cuidarlas, hay que tener en cuenta la longitud, anchura y tacón. 
Javier reconoce que el zapato perfecto no es estético y recuerda las consecuencias de una esclavitud, la de la moda, donde uno es libre para escapar: “Es como quien sigue una alimentación saludable”. Es cuestión de elegir, pero insiste en que, en general, los pies están muy descuidados y todas esas alteraciones causadas por el mal uso revierten en callos, juanetes o dedos en garra.  Ya lo dice el dicho: para presumir hay que sufrir, pero no siempre. Al menos, si la salud va en ello.

Las ventajas de los tacones lejanos

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